¿Los mexicanos no quieren volver a su tierra prometida?

¿Los mexicanos no quieren volver a su tierra prometida?
Muchos de los problemas de México con Trump no estarían en la agenda si no hubieran existido aquí primeramente. Más allá de si la administración de Barack Obama expulsó callada y civilizadamente a millones de inmigrantes de origen mexicano —y de que ahora el destierro se vaya a implementar de manera cruel, rigurosa y masiva—, la siguiente pregunta es totalmente pertinente: ¿hay alguna razón por la cual millones de compatriotas nuestros no quieran ya vivir en su país sino afincarse en una tierra extraña?
O, en otras palabras, ¿por qué se han ido esos paisanos de aquí y, encima, por qué no desean volver a sus lugares de origen? Digo, ¿no es algo muy extraño que esos compatriotas reclamen el derecho a vivir en otro lado como si ello fuere una prerrogativa debida y natural? A manera de comparación, y hablando del apego al terruño y de los horrores que acontecen en estos días, ¿no hay habitantes de Alepo que se quedan ahí, a pesar de los monstruosos bombardeos y las terroríficas condiciones de vida, porque es su tierra, porque nacieron en esa comarca y porque sienten en su corazón el llamado de la cuna? Entonces, ¿cómo es que esos ilegales amenazados por el nuevo inquilino de la Casa Blanca no vuelven tranquilamente a sus localidades en Estados Unidos (Mexicanos) y se establecen con sus familias para disfrutar todos juntos de las bondades de la vida?

Lo que pasa, como todos sabemos, es que esos millones de ciudadanos se fueron de aquí porque este país no les pudo ofrecer las condiciones de vida que merecían y a las que aspira de manera innata todo ser humano. México, desafortunadamente, no puede hacerse cargo de todos sus hijos. Y esa situación la hemos originado nosotros mismos, no ha sido provocada por Trump ni por ninguno de los diferentes inquilinos de la Casa Blanca. Una vez más, trasladamos al exterior la responsabilidad de una circunstancia debida a nuestras propias carencias.

Naturalmente, la realidad es lo que es y, a estas alturas, es irreversible el hecho de muchísimos mexicanos que se hayan construido un destino allende nuestras fronteras. Por lo tanto, la amenaza de la expulsión es simplemente devastadora para ellos. Pero, si su país de origen fuera una tierra prometida en lugar de significar una pérdida, entonces no tendría lugar esta gran tragedia de exportación.

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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor. 


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