Y qué decir de los lugares, me refiero a lo más sencillo, a los lugares cercanos al hogar que solemos frecuentar desde hace años porque nos hace sentir en casa, como de la familia. Porque ahí compartimos con nuestros viejos amigos o conocimos a esa persona especial. Por su aroma, su belleza o simplemente porque nos hace sentir muy bien.
La peluquería, la tiendita de la esquina, con ese señor que cada vez está más viejito, pero no nos deja de divertir con sus pláticas largas y amenas. La señora que vende la fruta o la ropa. Todo eso que forma parte de nuestros mejores recuerdos y, por ende, de nuestra vida.
Lo que a mí en lo particular me hace sentir mejor es frecuentar lugares que mis abuelos y tatarabuelos solían frecuentar también, experimentar cómo se detiene el tiempo y sentir la presencia de todos ellos en cada minuto que estoy ahí.
Pertenecer a un lugar, es estar rodeado de todo lo que lo ha construido, de las personas que por siempre están para recordarnos que todo eso es nuestro y nos define como personas. Pertenecer también es cuidar, cuidar de los lugares y las personas, con una sonrisa, con nuestra aportación para la preservación de eso que, al fin y al cabo, hoy es nuestro y mañana será de nuestros hijos.
Para que también ellos tengan un buen motivo para regresar y sentirse orgullosos, para que también tengan ese sentimiento de pertenencia e identidad.
Para que todos en un momento dado y con todo el amor que nos generan esos bellos recuerdos y toda la pasión y el cuidado que nos motiva a conservarlos, podamos decir: “Este es #MiLugar”.
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