El mercadito alemán de Navidad

El mercadito alemán de Navidad
En estas fechas suelo escribir uno o varios textos distintos a los que acostumbro todo el año. Me parece refrescante y saludable abordar cualquier otro tema que no sea la política, creo que es desintoxicante.

En esas estaba, ayer escribí uno. Pero cuando me disponía a escribir cualquier otra cosa, estalló la noticia del atentado mortal en un mercado navideño en Berlín. En el mismo deseo de escribir contenido distinto al político, pero en una línea muy triste, habré de escribir uno de los recuerdos más bonitos que llegan a mi memoria y que tienen que ver con un mercado alemán que festeja la Navidad.

Cada año, la ciudad de Edimburgo, Escocia, como casi todas las ciudades importantes en Europa, inaugura juegos mecánicos, pistas de hielo, exposición de alimentos artesanales de todas las regiones y como es tradición, un mercado navideño alemán, todo, enclavado en el corazón de la ciudad, Princes Street Garden, enorme jardín público que divide el nuevo y el viejo centro de la ciudad, al pie del emblemático Castillo y aun lado de las vías del tren.

Genial, abunda la cerveza, el vino caliente (mi favorito en esas fechas de tanto frío), los centros de dona bañados en chocolate caliente; por supuesto, salchichas con una ensalada de col bastante fuerte de sabor, artesanías alemanas y otras curiosidades.

La mayoría de los puestos son atendidos por germanos que en ocasiones pueden hablar inglés con mucha dificultad, pero que, con toda la voluntad de vender, se comunican de una u otra forma.

No hay nada negativo en torno al mercadito alemán de Navidad durante las semanas que se instala, todo es buen vibra, tranquilidad, mucha paz y ganas de comer rico, rápido, no tan barato y beber lo que más te guste. Nada malo.

Hay mucha calidez en una temporada que roza los 6 grados bajo cero y en ocasiones es mucho más frío.

Me pregunto qué está pasando hoy en Berlín, creadores de esa tradición que se esparce por toda Europa, cuando presenciaron el horror de ver vulnerado el mercadito navideño de su ciudad. Y las víctimas.

Me pregunto qué ganó el que, lejos de su nacionalidad, creencias religiosas o rencores, es más que nada un imbécil al haber matado no sólo a unas 12 personas y herido gravemente a decenas más, sino de haber sembrado el terror en cada mercadito alemán al que tranquilamente van millones por toda Europa.

Cuánta miseria.

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