“La era Fidel acabó, la era Castro no”

“La era Fidel acabó, la era Castro no”

La muerte de Fidel Castro −con 90 años, tras 10 retirado del poder y claramente deteriorado− no ha sido una sorpresa. Pero recuerda, eso sí, que el tiempo para el “recambio generacional” oficialmente anunciado se agota.



“Por inexorable ley de la vida, este séptimo congreso será el último dirigido por la generación histórica, la cual entregará a los pinos nuevos las banderas de la revolución y el socialismo", aseguró al cierre del VII congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en abril pasado, el actual presidente cubano, el general Raúl Castro.

No obstante, y a punto de cumplir 85 años de edad, el menor de los hermanos Castro fue confirmado al frente del único partido político legal en la isla. En torno suyo −y pese a que él mismo propusiera al congreso fijar un límite de 60 años para ingresar al Comité Central del partido y de 70 para desempeñar puestos de dirección−, se mantuvo una aún nutrida muestra de su octogenaria y septuagenaria “generación histórica”.

En el aire quedó la pregunta sobre si Raúl aspira a dirigir el PCC hasta el próximo cónclave, señalado para 2021, o dejará también ese cargo antes, suponiendo que cumpla su promesa de retirarse de la presidencia de Cuba en 2018. Y es que “la era Fidel acabó, pero la era Castro no”, observa Bert Hoffmann, politólogo del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos de Hamburgo.

¿Quiénes son los “pinos nuevos”?


En el futuro, “nadie va a tener el rol que tuvo Fidel, ni el que tuvo Raúl, ni esa concentración de poder. Es probable que las tres principales funciones –al frente del Gobierno, del partido y del Ejército− se repartan”, aventura Hoffmann. En 2013, el nombramiento de Miguel Díaz-Canel, sin antecedentes en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, como primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, señaló al “delfín” oficial.

A sus 56 años de edad, el ingeniero Díaz-Canel ostenta uno de los cargos históricamente ocupado por el general Raúl Castro, como reserva política de su hermano Fidel. El otro, como segundo secretario del partido, sigue en manos de José Ramón Machado Ventura, de 85 años, como Raúl. La edad de Díaz-Canel es inédita en la cúpula, pero no aislada en el “pelotón” parlamentario, donde −según cifras oficiales−, un 70 por ciento de los diputados no había nacido al triunfo revolucionario de 1959.

El Gobierno ya ha ubicado a otros cuadros de su generación en carteras claves como la de Relaciones Exteriores (Bruno Rodríguez Parrilla) o en la Contraloría General de la República (Gladys Bejerano Portela). Pero nadie olvida que otros “delfines” como los otrora jóvenes ministros de Exteriores Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque, así como el artífice de las reformas económicas de los años 90, Carlos Lage Dávila, han sido defenestrados en las últimas décadas.

Además, no está claro que Díaz-Canel –descrito lo mismo como “abierto”, “inteligente” y “buen administrador”, que como “con poco carisma”, con “un perfil opaco” y un “poder delegado”– sea realmente el segundo al mando. Detrás de las funciones públicas, los militares parecen concentrar más “poder real” que este primer vicepresidente civil, advierte Hoffmann.

En este contexto, diversos analistas especulan sobre el poder en las sombras de dos miembros de la familia del general-presidente: el coronel Alejandro Castro Espín, su único hijo varón y, según el diario partidista Granma, asesor de una poco conocida Comisión de Defensa y Seguridad Nacional; y el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, yerno de Raúl Castro, miembro del Comité Central del PCC y presidente ejecutivo de GAESA, el poderoso Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). “No habrá una sucesión dinástica por las claras. En las sombras sí tienen ya un rol muy fuerte”, evalúa Hoffmann, coeditor de volúmenes como “Debating Cuban exceptionalism”.

¿Cómo será la Cuba post Raúl?


¿Tendrá tiempo y fuerzas Raúl Castro para implementar una sucesión “ordenada” a su gusto? ¿Tomarían esos nuevos dirigentes el camino soviético de perestroika y glasnost? ¿O profundizarían las reformas ya en marcha por el camino chino o vietnamita? ¿No ocurriría todo ello a la par que se mantiene "un gobierno autoritario, un sistema monopartidista e importantes excepciones en derechos humanos"?, como ha advertido antes Carmelo Mesa-Lago, catedrático cubano de Economía, Estudios Latinoamericanos y Relaciones Internacionales en Pittsburg, Florida y Miami.

“Queda poco tiempo”, opina Hoffmann. Raúl inició su supuesto último mandato a la edad con que Fidel dejó el poder “al borde de la muerte” y esbozó una agenda de cambios que afectarían el equilibrio del actual aparato institucional: las aún pendientes reformas monetaria, electoral, político-administrativa y constitucional.

Pero, más allá de la muerte de Fidel, la persistente crisis económica “sin solución a la vista” y el “clima de incertidumbre y confrontación” revivido con la elección del Donald Trump en Estados Unidos podrían priorizar nuevamente a la “lógica de cerrar filas” en vez de avanzar con las reformas, advierte. ¿Podría, en este marco, haber un estallido social que lleve, en contra de los planes gubernamentales, a un cambio de régimen?

Puede haber incidentes, por ejemplo, “si se cierra la válvula de escape de la emigración”, pero un gran estallido violento, de momento, “parece difícil”, prevé el politólogo del GIGA, que ve mayores posibilidades de confrontar el régimen autoritario de La Habana con “discursos patrióticos viables” como el de los “cambios desde dentro” articulado en su momento por los opositores de Alemania oriental.

“El futuro de Cuba, si ha de conservar los logros de su Revolución socialista, pasa por volver a las raíces republicano-democráticas de la misma”, escribe, en esta cuerda, el comité de redacción de la revista de izquierdas Sin Permiso, al que pertenecen varios intelectuales cubanos. El texto, que aboga por desestatizar, desburocratizar y socializar la economía y especialmente la propiedad, defiende “la recuperación y la institucionalización constitucional de los valores republicano-democráticos que han estado en el centro de la historia de todas las revoluciones de Cuba, las del XIX y las del XX, y en expresa defensa de los cuales se batió precisamente la Revolución socialista de 1959”.

Autor: Rosa Muñoz Lima

Vía: dw.com

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