La corrupción ha alcanzado tales niveles en este país —y los corruptos son tan cínicos, tan descarados, tan tramposos y tan ruines, aparte de dañinos para la nación entera— que a algunos conspicuos representantes de la clase dirigente no les ha quedado más remedio que hacer algo. Por lo pronto, el Partido Revolucionario Institucional es el que ha dado el primer paso para inmolar a uno de los suyos en la piedra de los sacrificios republicanos, a falta de que otros infractores, a quienes en manera alguna se les puede aplicar el benigno calificativo de “chivos expiatorios” porque son unos auténticos peces gordos, sean también despojados de sus credenciales partidistas y consiguientemente entregados a la Justicia.
Duarte el de Veracruz está a un paso de que le sea dictada una orden de aprehensión y luego, suponemos, caerá Duarte el de Chihuahua y, finalmente, ese otro sujeto, de apellido Borge, que, miren ustedes, parece ser que se ha fugado como un vulgar ladrón de barriada luego de saquear las arcas de Quintana Roo.
En todo caso, estamos tal vez presenciando el advenimiento de un cambio: se comienza a dar respuesta, así sea en el caso de los individuos más desvergonzados y a los cuales no habría manera de exonerar de sus raterías, a la tajante exigencia de unos ciudadanos absolutamente inconformes con el actual estado de cosas: mexicanos que trabajan a cambio de un salario miserable, que pagan impuestos a la vez que constatan la criminal y estúpida dilapidación de los recursos públicos, que se sienten profundamente agraviados por la escandalosa impunidad otorgada a los más bribones y, en fin, que no se benefician de las presuntas bondades de un sistema abusivo y desigual.
Podríamos, luego entonces, creer que está teniendo lugar un fenómeno nuevo y que, por lo menos en uno de los grandes partidos políticos, comienza a haber una auténtica preocupación por castigar los usos de la corrupción más desaforada. El tiempo lo dirá. Toca ahora al Partido Acción Nacional la tarea de escenificar un parecido proceso purificador. El sujeto en la mira sería Guillermo Padrés, un pillo contumaz. Y, bueno, en el PRD tendrán también que comenzar a limpiar la casa. Si hay resultados, la clase política comenzará a recobrar una (muy necesitada) brizna de credibilidad.
revueltas@mac.com
Duarte el de Veracruz está a un paso de que le sea dictada una orden de aprehensión y luego, suponemos, caerá Duarte el de Chihuahua y, finalmente, ese otro sujeto, de apellido Borge, que, miren ustedes, parece ser que se ha fugado como un vulgar ladrón de barriada luego de saquear las arcas de Quintana Roo.
En todo caso, estamos tal vez presenciando el advenimiento de un cambio: se comienza a dar respuesta, así sea en el caso de los individuos más desvergonzados y a los cuales no habría manera de exonerar de sus raterías, a la tajante exigencia de unos ciudadanos absolutamente inconformes con el actual estado de cosas: mexicanos que trabajan a cambio de un salario miserable, que pagan impuestos a la vez que constatan la criminal y estúpida dilapidación de los recursos públicos, que se sienten profundamente agraviados por la escandalosa impunidad otorgada a los más bribones y, en fin, que no se benefician de las presuntas bondades de un sistema abusivo y desigual.
Podríamos, luego entonces, creer que está teniendo lugar un fenómeno nuevo y que, por lo menos en uno de los grandes partidos políticos, comienza a haber una auténtica preocupación por castigar los usos de la corrupción más desaforada. El tiempo lo dirá. Toca ahora al Partido Acción Nacional la tarea de escenificar un parecido proceso purificador. El sujeto en la mira sería Guillermo Padrés, un pillo contumaz. Y, bueno, en el PRD tendrán también que comenzar a limpiar la casa. Si hay resultados, la clase política comenzará a recobrar una (muy necesitada) brizna de credibilidad.
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