Nuestros políticos y gobernantes flotan sobre los cargos desconectados de la historia y de la sociedad. Abordo el tema con un escándalo capitalino que ilustra el patrón nacional.
La semana pasada la policía sorprendió al segundo de la delegación Cuauhtémoc, Pablo de Antuñano, con 600 mil pesos en una caja de cartón. Si uno piensa en las deudas dejadas por Javier Duarte a Veracruz estamos ante un pecado venial. Sin embargo, el escándalo creció porque involucra a Ricardo Monreal, líder de Morena que encabeza las intenciones de voto de quienes aspiran a gobernar la capital.
Monreal se defendió con un guión desgastado. Primero se deslindó y luego se presentó como víctima de una campaña urdida por sus enemigos políticos: su principal sospechoso es el PRD que carece, dijo, de “autoridad moral”; también señaló “al Estado Mayor Presidencial” y al periódico “Reforma”. Es una defensa típica de los políticos en situaciones incómodas.
En noviembre de 2014 Carmen Aristegui y su equipo difundieron el reportaje sobre la “Casa Blanca” que involucraba a Enrique Peña Nieto en un grave conflicto de interés. El Presidente reaccionó descalificando la información por incluir “aseveraciones imprecisas y carentes de sustento”, luego trató la noticia como parte de un “afán orquestado [para] desestabilizar” a su gobierno y cerró el asunto cuando un subalterno lo exoneró.
Aventar la culpa a otros sirve de bien poco cuando se carece de evidencia. Es obvio que desprestigiar al opositor es práctica común en México y el mundo. Es altamente probable que el PRD y Mancera quieran hundir a Monreal porque están en juego los tesoros capitalinos. Es incluso posible que hayan espiado a Antuñano para atraparlo con sus manos sobre la cajita milagrosa.
Irrita que estén manejando el tema como si fuera una disputa entre ellos. Aliados y enemigos
La mayor parte de los políticos mexicanos deambulan en una burbuja compartida con aliados o enemigos. Es normal que cuando ocupan los cargos en cualquier lugar de México se desconectan de la ciudadanía y sólo se preocupan por los de su especie. Entre ellos socializan, hacen negocios, se pelean, insultan y reconcilian. A la ciudadanía le asignan el lucidor pero irrelevante papel de florero.
Importa que Monreal reproduzca este patrón cultural porque representa a Morena, un partido que insiste en mostrarse como una alternativa a la mafia en el poder. No basta con decirlo. Tienen que probarlo conectándose con las inquietudes que expresa la ciudadanía en docenas de encuestas. Vivimos temerosos de la violencia y ofendidos por la corrupción y la desigualdad. Monreal aceptó tácitamente el problema al nombrar a Zuleyma Huidrobo González, una política con un buen nombre, para sustituir al “Señor de la cajita”.
A Monreal le falta una explicación clara y convincente sobre la gestión de Antuñano y una disculpa explícita hacia una sociedad que se siente agraviada. Los 600 mil pesos aparecen después de múltiples acusaciones de irregularidades en diferentes colonias de la Cuauhtémoc. Me consta que Antuñano congelaba las denuncias. ¿Actuaba sólo? ¿Entre sus cómplices está el crimen organizado?
Necesitamos gobernantes empáticos con una sociedad maltratada. Afortunadamente no todos son iguales. Algunos demuestran que sí se puede ser diferente. El ex perredista Alejandro Encinas, por ejemplo, tuvo la decencia de renunciar a su salario de senador mientras se va de constituyente capitalino; el priista Roberto Campa es un bombero que va apagando fuegos sociales mientras escucha con paciencia a las víctimas de la violencia; y Javier Corral será gobernador de Chihuahua en parte por su disposición a dialogar con la sociedad.
La corrupción no desaparecerá solamente con denuncias o leyes. Hay un fortísimo componente cultural entre quienes consideran que los cargos son de su propiedad y que pueden hacer con ellos lo que les venga en gana. A los ciudadanos nos tienen de adorno salvo cuando nos llaman a votar o nos obligan a pagar. Si Monreal quiere ser apoyado no basta con denunciar —sin evidencia— las campañas en su contra. Su manejo de la cajita de Antuñano ha sido lamentable, más propia del jurásico priista que del demócrata que escucha a sus gobernados mientras verifica lo que hace su equipo. No ha sido su caso.— Ciudad de México.
www.sergioaguayo.org
La semana pasada la policía sorprendió al segundo de la delegación Cuauhtémoc, Pablo de Antuñano, con 600 mil pesos en una caja de cartón. Si uno piensa en las deudas dejadas por Javier Duarte a Veracruz estamos ante un pecado venial. Sin embargo, el escándalo creció porque involucra a Ricardo Monreal, líder de Morena que encabeza las intenciones de voto de quienes aspiran a gobernar la capital.
Monreal se defendió con un guión desgastado. Primero se deslindó y luego se presentó como víctima de una campaña urdida por sus enemigos políticos: su principal sospechoso es el PRD que carece, dijo, de “autoridad moral”; también señaló “al Estado Mayor Presidencial” y al periódico “Reforma”. Es una defensa típica de los políticos en situaciones incómodas.
En noviembre de 2014 Carmen Aristegui y su equipo difundieron el reportaje sobre la “Casa Blanca” que involucraba a Enrique Peña Nieto en un grave conflicto de interés. El Presidente reaccionó descalificando la información por incluir “aseveraciones imprecisas y carentes de sustento”, luego trató la noticia como parte de un “afán orquestado [para] desestabilizar” a su gobierno y cerró el asunto cuando un subalterno lo exoneró.
Aventar la culpa a otros sirve de bien poco cuando se carece de evidencia. Es obvio que desprestigiar al opositor es práctica común en México y el mundo. Es altamente probable que el PRD y Mancera quieran hundir a Monreal porque están en juego los tesoros capitalinos. Es incluso posible que hayan espiado a Antuñano para atraparlo con sus manos sobre la cajita milagrosa.
Irrita que estén manejando el tema como si fuera una disputa entre ellos. Aliados y enemigos
La mayor parte de los políticos mexicanos deambulan en una burbuja compartida con aliados o enemigos. Es normal que cuando ocupan los cargos en cualquier lugar de México se desconectan de la ciudadanía y sólo se preocupan por los de su especie. Entre ellos socializan, hacen negocios, se pelean, insultan y reconcilian. A la ciudadanía le asignan el lucidor pero irrelevante papel de florero.
Importa que Monreal reproduzca este patrón cultural porque representa a Morena, un partido que insiste en mostrarse como una alternativa a la mafia en el poder. No basta con decirlo. Tienen que probarlo conectándose con las inquietudes que expresa la ciudadanía en docenas de encuestas. Vivimos temerosos de la violencia y ofendidos por la corrupción y la desigualdad. Monreal aceptó tácitamente el problema al nombrar a Zuleyma Huidrobo González, una política con un buen nombre, para sustituir al “Señor de la cajita”.
A Monreal le falta una explicación clara y convincente sobre la gestión de Antuñano y una disculpa explícita hacia una sociedad que se siente agraviada. Los 600 mil pesos aparecen después de múltiples acusaciones de irregularidades en diferentes colonias de la Cuauhtémoc. Me consta que Antuñano congelaba las denuncias. ¿Actuaba sólo? ¿Entre sus cómplices está el crimen organizado?
Necesitamos gobernantes empáticos con una sociedad maltratada. Afortunadamente no todos son iguales. Algunos demuestran que sí se puede ser diferente. El ex perredista Alejandro Encinas, por ejemplo, tuvo la decencia de renunciar a su salario de senador mientras se va de constituyente capitalino; el priista Roberto Campa es un bombero que va apagando fuegos sociales mientras escucha con paciencia a las víctimas de la violencia; y Javier Corral será gobernador de Chihuahua en parte por su disposición a dialogar con la sociedad.
La corrupción no desaparecerá solamente con denuncias o leyes. Hay un fortísimo componente cultural entre quienes consideran que los cargos son de su propiedad y que pueden hacer con ellos lo que les venga en gana. A los ciudadanos nos tienen de adorno salvo cuando nos llaman a votar o nos obligan a pagar. Si Monreal quiere ser apoyado no basta con denunciar —sin evidencia— las campañas en su contra. Su manejo de la cajita de Antuñano ha sido lamentable, más propia del jurásico priista que del demócrata que escucha a sus gobernados mientras verifica lo que hace su equipo. No ha sido su caso.— Ciudad de México.
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