En estos momentos, todos nos escandalizamos con el error de cálculo que cometimos: Trump ya es candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Ahora, los análisis se enfocan a pronosticar los daños que serían infringidos a México y el mundo, de darse el caso de que el multimillonario sea el próximo presidente de ese país.
Sin embargo, pocos son quienes reparan en lo que pasaría aún en el hipotético de que ese señor no gane.
Pues, en primer término, la realidad de una sociedad que antepone el odio, la sinrazón, el racismo y proteccionismo sobre cualquier posibilidad de entendimiento con las otras naciones; es decir, enfrentar y en todo caso, negociar con los millones (que en los próximos meses podrían ser más) de ciudadanos principalmente blancos de los Estados Unidos que pondrán condiciones a la presidenta Clinton. Menciono a Clinton porque es lógico que en el ejemplo de una derrota de Trump, la presidenta sería ella.
Y con eso, las cosas para México serían desfavorables de cualquier manera. No podría nadie ignorar las voces que reclaman una solución a las demandas de echar abajo, o por lo menos, de modificar los términos del Tratado de Libre Comercio; además, de ser sumamente férreos en lo que respecta a la política migratoria y el trato a los indocumentados (que no ilegales), en su territorio.
El daño ya está hecho, dicen por ahí y con razón. El discurso torpe y de show televisivo barato que ha servido para alimentar el enorme ego del candidato republicano dejará huella y quien se haga cargo de la Casa Blanca los próximos cuatro años tendrá que satisfacerlos sí o sí. Aunque sea con paliativos, pero, aun así, habrá repercusiones para nuestro país.
De no escuchar esas voces, Clinton lo pagaría en su intento por reelegirse y entonces sí, la furia sería mayor y la inminencia de una presidencia trumpiana, inevitable.
Otra perspectiva
Lo dije en otras ocasiones: de darse un triunfo por parte de los republicanos, México también podría estar siendo beneficiado, aunque sea a largo plazo. Sería un buen pretexto y una excelente oportunidad para reconciliarnos y unificarnos como nación para trabajar duro e inteligentemente en muchísimas otras alternativas, que las hay, para salir adelante y no seguirle el juego a un señor que claramente hará mucho daño más allá de sus fronteras, pero también dentro de ellas. Aunque lo último, es problema de ellos, no nuestro.
email: jorgediaz@live.co.uk
Twitter: @adejorge
Facebook: http://goo.gl/Q4w6D2
Google+: http://gplus.to/JorgeDiazElizondo
Sitio web: http://goo.gl/KSWHW
Blog: http://www.lasanadistancia.com/
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Y con eso, las cosas para México serían desfavorables de cualquier manera. No podría nadie ignorar las voces que reclaman una solución a las demandas de echar abajo, o por lo menos, de modificar los términos del Tratado de Libre Comercio; además, de ser sumamente férreos en lo que respecta a la política migratoria y el trato a los indocumentados (que no ilegales), en su territorio.
El daño ya está hecho, dicen por ahí y con razón. El discurso torpe y de show televisivo barato que ha servido para alimentar el enorme ego del candidato republicano dejará huella y quien se haga cargo de la Casa Blanca los próximos cuatro años tendrá que satisfacerlos sí o sí. Aunque sea con paliativos, pero, aun así, habrá repercusiones para nuestro país.
De no escuchar esas voces, Clinton lo pagaría en su intento por reelegirse y entonces sí, la furia sería mayor y la inminencia de una presidencia trumpiana, inevitable.
Otra perspectiva
Lo dije en otras ocasiones: de darse un triunfo por parte de los republicanos, México también podría estar siendo beneficiado, aunque sea a largo plazo. Sería un buen pretexto y una excelente oportunidad para reconciliarnos y unificarnos como nación para trabajar duro e inteligentemente en muchísimas otras alternativas, que las hay, para salir adelante y no seguirle el juego a un señor que claramente hará mucho daño más allá de sus fronteras, pero también dentro de ellas. Aunque lo último, es problema de ellos, no nuestro.
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