Trump y la locura americana

Trump y la locura americana
Hay temor en gran parte del mundo por el avance que Donald Trump ha conseguido para ser candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos. Se acerca a la Casa Blanca con todo y sus locuras y todos los peros justificados que se le han puesto; con todo y sus declaraciones contradictorias, desquiciadas, agresivas, groseras y gelatinosas: su maceta está llena de odio.

“Vamos a hacer grande a nuestro país, de nuevo” ha sido su grito de pre-campaña; y para hacer más grande a su país –según su criterio– grita a los cuatro vientos la superioridad del estadounidense-sajón frente a todo el mundo. Exalta la que supone grandeza de Estados Unidos y los alcances superiores que pueden llegar a tener en el mundo si él es presidente del país cuyos fundadores descendieron, migrantes-colonizadores, del Mayflower…

Él mismo descendiente de migrantes pobres; de escoceses por el lado materno y de alemanes por el lado paterno: su apellido original es, precisamente, Drumpt, por su abuelo Friedrich.

Trump ha diseñado una estrategia y un discurso de odio antiinmigrante y de desprecio por lo ajeno; rechaza lo extranjero aunque hace sus excepciones interesadas: xenófobo y racista.

…Fuera de sus fronteras, y no sólo con México, ve a un mundo disminuido, ajeno, y que no merece el trato de igualdad si es que antes no se reconoce la grandeza sajona y el predominio mundial de Estados Unidos de América, aunque desconoce lo que hace esencial a ese país: la democracia y la libertad, el país del sueño cumplido para todos y el de las oportunidades a granel en su calvinismo histórico.

Donald Trump, como los viejos vaqueros del oeste, llega solitario del desierto al pueblo tendido y polvoso y de inmediato arrasa; patea la puerta del Saloon de forma ostentosa para que se note su presencia y para que los demás le miren con respeto, admiración y con temor.

Eso: le gusta ser temido y respetado. En su vida lo ha exigido porque se siente con la fortaleza de quien construyó un imperio inalcanzable para muchos. Disfruta ver cómo otros desmayan ante sus dichos y reclamos; frente a la indignación del otro, remacha hasta ver agonizar a su oponente.

Ha construido su historia mínima a partir de la agresión y el desorden. ‘Mientras vivía en Jamaica Estates, fue al The Kew-Forest School, en Forest Hills, Queens, Nueva York –en donde nació en 1946–. A los 13 años, tras tener problemas de conducta fue expulsado de la escuela, entonces sus padres lo enviaron castigado a la Academia Militar de Nueva York’.

‘En abril de 2011, puso en duda la nacionalidad del presidente demócrata, Barack Obama. También cuestionó que sus notas fueran lo suficientemente buenas para entrar a la Harvard Law School. El 25 de abril de ese año, Trump encabezó una campaña para que Obama mantuviera el debate sobre su ciudadanía publicando su certificado de nacimiento en su integridad. Dos días después Obama hizo un pronunciamiento oficial e incluyó el citado documento. Trump se jacto del hecho después de esto’…

Es la estrategia. Trump llama la atención hacia él, a toda costa; insulta y a ciegas golpea. Lo que quiere es la reacción. No quiere la verdad. Es el reflector y el ruido lo que lo enloquece; de eso ha vivido, de los reflectores, de la farándula, de los concursos de perfección física…

La radicalización de su discurso antiinmigrante se ha asentado en los musulmanes, a los que desprecia por ser peligrosos para la seguridad nacional estadounidense, como también en los latinos, y particularmente en los mexicanos. A los inmigrantes mexicanos ‘ilegales’ los ha declarado ‘corruptos, delincuentes y violadores’ y, por lo mismo ‘construirá un muro a lo largo de la frontera con México, cuyo costo será pagado –dice– por los mexicanos.’

Y de vuelta a la vieja historia del ultra nacionalismo conservador estadounidense: En 1799 Timothy Pickering declaró la superioridad sajona frente a la imagen de sus vecinos del sur como “crueles, perezosos, corruptos y afeminados más allá de cualquier ejemplo”, o John Adams, quien concluyó que ‘es tan absurdo hablar de establecer democracia entre los pájaros, los animales y los peces, como entre los hispanoamericanos’ (v. Josefina Zoraida Vázquez “México y el mundo”).

Ya ha roto lanzas con Europa al decir hace apenas unos días que si llega a ser presidente no apoyará las tareas de la OTAN; con el Reino Unido ha dicho y desdicho la no importancia de sus alianzas; que el calentamiento global es un "engaño", y que es un concepto "creado por y para los chinos para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad"… Se ha opuesto y hasta peleado con integrantes de su propio Partido Republicano.

En México hay preocupación en el gobierno de Peña Nieto y en sectores empresariales como en la diversidad de los proyectos y programas de índole diversa que se llevan con Estados Unidos. Los trabajadores mexicanos lo ven como un gran peligro. Y sí, hay, digamos, una cierta forma de ‘temor fundado’ ante la posibilidad de que un enloquecido Donald Trump sea presidente del país del norte, aunque ciertamente no se mandaría solo, pero su impulso será fatal para México.

Entre la población hay mofa y desahogo chusco y hasta maledicente en contra del candidato republicano. Es una forma de desahogo e inquietud.

Y lo extraordinario es que hoy mismo millones de estadounidenses le creen y están seguros de que él tiene toda la razón y que habrá de conseguirles ser el país supremo en un mundo inferior, con una raza superior, que se deshace de la inmigración café.

Millones de estadounidenses conservadores y ultraconservadores le siguen ahora. Y ese es el peligro real: la locura americana de quienes suponen que su mundo es un mundo aparte, sin considerar los riesgos de alguien que podría llevarlos al martirio, si se lo propone y si llega a ser presidente de un país que merece otro destino más glorioso y más honorable.
 

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