Guerrero Chapa acababa de comprar zapatos con su esposa. Poco después, este abogado mexicano de 43 años estaba muerto, alcanzado por varios disparos de una pistola 9 milímetros. El sicario y un cómplice se alejaron en seguida, pero el breve encuentro vespertino fue registrado por una cámara de vigilancia.
Este crimen de 2013 sacudió a esta próspera ciudad de 29.000 habitantes en el norte de Texas, que no había visto un asesinato desde 1999. Pero eso no era todo: de acuerdo con funcionarios federales de EE.UU., el hombre muerto era supuestamente un miembro prominente del cártel del Golfo de México, una de las organizaciones de narcotráfico más grandes de México. Su asesinato llevó la guerra de las drogas de ese país a las puertas de un tranquilo suburbio estadounidense, el hogar de Guerrero Chapas.
Esta semana, dos de los tres hombres acusados por los fiscales de ser responsables de la muerte del abogado serán sometidos a juicio en Fort Worth. El caso promete abrir una poco frecuente ventana sobre las actividades de los carteles mexicanos en EE.UU.
Jesús Gerardo Ledezma Cepeda, de 59 años, y su primo, José Luis Cepeda Cortés, de 60, enfrentan cargos de conspiración para cometer asesinato por encargo y acoso interestatal, cargos que podrían implicar cadena perpetua. Los dos hombres se declararon inocentes.
El hijo de Ledezma Cepeda, Jesús Gerardo Ledezma Campano, de 32 años, que enfrenta los mismos cargos por asesinato, recientemente se declaró culpable. Se espera que actúe como testigo de fiscalía, dijo una persona familiarizada con el caso.
Los tres acusados son ciudadanos mexicanos. Cepeda Cortés era además residente legal en EE.UU.
De acuerdo con funcionarios federales estadounidenses, Guerrero Chapa era abogado del jefe del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, ahora detenido en una prisión de máxima seguridad en Florencia, Colorado, y tenía un papel importante en la organización.
En documentos presentados ante la corte, los fiscales y la policía describen en detalle el trabajo de un asesinato profesional.
Durante dos años, los acusados siguieron a Guerrero Chapa, a veces viajando entre EE.UU. y México para vigilarlo, dijeron los fiscales.
Utilizaron dispositivos de localización, incluyendo uno colocado entre el parachoques trasero y la llanta de repuesto del Range Rover de Guerrero Chapa. e instalaron cámaras en su barrio, un enclave tranquilo mansiones de estilo italiano, para monitorear los movimientos de su familia, según las autoridades.
En documentos presentados ante la corte, los fiscales relacionan también a Ledezma Cepeda—y en algunos casos a su hijo—con por lo menos otras ocho muertes que aparentemente tuvieron lugar en México desde 2011. Algunos de los homicidios también implicaron el uso de dispositivos de seguimiento. En otros casos, los fiscales dijeron que Ledezma Cepeda estaba en posesión de un correo electrónico con el nombre de una persona y que esa persona fue posteriormente hallada muerta.
Los fiscales no han dicho por qué los hombres querían matar a Guerrero Chapa, o cuál de los dos apretó el gatillo, pero han indicado que el asesinato está relacionado con el tráfico de drogas y que planean convocar como testigos a peritos en cárteles mexicanos.
Los tres hombres fueron detenidos más de un año después del asesinato de Guerrero Chapa. Cepeda Cortés fue arrestado en una residencia en Edinburg, Texas. Ledezma Cepeda y su hijo fueron capturados cerca de allí mientras trataban de entrar a EE.UU. por un cruce fronterizo en McAllen.
Los abogados de Ledezma Cepeda dijeron en documentos judiciales que Guerrero Chapa tenía muchos enemigos, entre ellos el cártel rival de los Zetas, cuyo territorio se extiende por todo México, así como dentro de su propio cártel del Golfo, que ha operado tradicionalmente en los estados mexicanos que bordean dicho golfo. Los abogados de Ledezma Cepeda alegan que Guerrero Chapa se convirtió en el jefe de facto del cártel del Golfo en 2010, después que Cárdenas Guillén fuera condenado en Houston a 25 años de prisión en una audiencia celebrada en secreto por un juez federal, para proteger a los implicados, según una transcripción de la corte.
Como líder del cártel, Guerrero Chapa, dijeron, dirigía “una gran empresa criminal cuyas actividades incluyen asesinatos, tráfico de drogas, secuestros, extorsiones, sobornos, blanqueo de dinero y tortura”. Supuestamente hizo todo desde este barrio lujoso, donde en un reciente día la gente paseaba por el centro mirando los productos de boutiques y autos de lujo conducían por el mismo lugar donde que Guerrero Chapa fue asesinado.
Warren St. John, abogado defensor de Ledezma Cepeda, se negó a comentar los detalles del caso. Sin embargo, dijo que era diferente a cualquier otro que había visto por la forma en que se llevó a cabo el asesinato y la participación de los cárteles.
“Esto es extremadamente raro, no sólo en el Norte de Texas, sino en cualquier parte de EE.UU.”, dijo.
Cárdenas Guillén ha sido llamado por la defensa a declarar en el caso, al igual que la viuda de Guerrero Chapa, Julia Tijerina. Ella se negó a comentar sobre las afirmaciones hechas acerca de su marido.
La Oficina del Fiscal de EE.UU. también se negó a comentar. Los abogados de otros acusados se negaron a discutir el caso.
Los agentes del orden dijeron que no es raro que miembros de cárteles de drogas mexicanos vivan en EE.UU.
Rutinariamente, dijo Calvin Bond, agente especial a cargo de la oficina de la DEA en Dallas, “estos representantes son enviados a EE.UU. por corto plazo y de manera rotativa y regresan a México para evitar llamar la atención de las autoridades”.
“Por lo general, los líderes principales del cártel no viven en EE.UU., debido a la mayor probabilidad de captura o detención”, agregó Bond.
Pero los expertos dijeron que se ha vuelto más común en los últimos años que algunos jefes de cárteles y sus socios de negocios se muden a EE.UU. para lavar dinero y hallar un refugio seguro en momentos en que la guerra de la drogas mexicana se ha vuelto más violenta.
En 2013, José Treviño Morales, hermano de dos líderes del cártel de los Zetas, fue condenado por un juez federal en Austin a 20 años de prisión por conspiración para lavar dinero del cártel a través de un negocio de caballos de cuarto de milla.
Aún así, la violencia de los cárteles mexicanos es relativamente poco común en EE.UU.
“La violencia ligada a los carteles...no está muy extendida”, dijo Christopher Wilson, director adjunto del Instituto México del Centro Internacional Woodrow Wilson.
Sobre la base del informe de crímenes de 2014 del FBI, Wilson calcula que la tasa de homicidios en los estados fronterizos de EE.UU. con México fue de 4,4 por cada 100.000 habitantes, menos que el promedio nacional de 4,5 por cada 100.000 habitantes.
Gary Hale, ex jefe de inteligencia de la división de campo de Houston de la DEA, dijo que el alevoso asesinato de Guerrero Chapa en suelo estadounidense no le sorprendió.
“Por un lado, [los narcos mexicanos] temen al sistema de justicia de EE.UU., pero por otro lado, temen que si ‘no hago lo que me dicen mis jefes, me van a matar’”, dijo respecto a lo que pueden pensar los asesinos del señor Guerrero Chapa.
Poco se sabe sobre la vida de Guerrero Chapa en los EE.UU. Parecía haber vivido con su esposa y su familia durante varios años en una casa de US$1,2 millones en Southlake, según los registros de propiedad.
En algún momento antes de su muerte, dijeron los fiscales en documentos judiciales, Guerrero Chapa se sorprendió al recibir llamadas telefónicas de advertencia diciéndole que había sido encontrado por personas que lo querían ver muerto.
“Inmediatamente después de colgar el teléfono, informó a su esposa que tenía miedo”, escribieron los fiscales. “Él indicó que las personas que lo buscaban sabían dónde vivían”.
Vía: The Wall Street Journal.
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