CdMx: duró poco el espejismo

CdMx: duró poco el espejismo
En mi condición de antiguo vecino que retorna con curiosidad y natural expectativa a la ciudad que habitaba, los constantes cambios que tienen lugar en la capital de todos los mexicanos no dejan de sorprenderme. Cuando emigré, hace más de una década, apenas acababa de ponerse en servicio la primera línea del Metrobús y la bicicleta no se había convertido todavía en un objeto deseable que pudieran tripular chicas bien vestidas. Tampoco había ocurrido esa deslumbrante eclosión de restaurantes, cafés, galerías y espacios culturales que la convierten, hoy día, en una auténtica potencia gastronómica y un irresistible polo de atracción para consumidores sofisticados (pero, a la vez, no habían desaparecido tampoco esas librerías de barrio que tan placenteramente frecuentaba). Eso sí, nunca ha dejado de ser, la ciudad de México, una urbe desaforadamente egocéntrica pero esto ocurre por la cultura profundamente centralista de nuestro país, más allá de que tantos gobernadores tengan ahora las facultades de llevar sus entidades a la ruina absoluta sin rendirle cuentas al supremo Gobierno federal: para mayores señas, el tema de la contaminación y la prohibición de circular un día a la semana se ha vuelto algo así como un asunto de interés nacional.

En su momento me tocó, tal y como contaba ayer Rafael Pérez Gay en estas páginas, la correspondiente cuota de violencia criminal: fui asaltado tres veces. Pero, luego, me pareció que las cosas mejoraban y, en los hechos, la megalópolis se volvió un lugar más seguro que muchas otras localidades del territorio nacional. De la misma manera, tuve la impresión de que la polución no era tan grave o, por lo menos, de que los coches, sometidos a controles tan severos como repetidos, contaminaban mucho menos que en esas ciudades del interior donde van soltando negrísimas humaradas sin que a nadie parezca importarle. Pues bien, algo ocurrió: retornan los secuestros, los atracos y los asesinatos. Y, los autos, mal verificados, contaminan de nuevo. Dicho de otra manera, señoras y señores, siempre se puede estar peor.

P.S. Por cierto, ayer, en un informativo de la radio, un comentarista soltó que "el Metrobús es el que más contamina". Me parece una aseveración torpe y descomunalmente irresponsable. En fin...
 
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