Políticos y partidos se presentan como los orfebres del cambio histórico. En ocasiones tienen razón, pero no siempre. En 2015 la sociedad organizada fue protagonista y quienes gobiernan hicieron más concesiones de las habituales. ¿Se mantendrá la tendencia en 2016?
El enojo social crece y se expresa de manera organizada. En el Distrito Federal hubo 5 mil 935 manifestaciones en 2011 y 9 mil 111 en 2014, ¡un aumento de 53% en sólo dos años! (Isabel Becerril, El Financiero, 4 de junio de 2015). Tengo la impresión que en 2015 crecieron las protestas por todo el país y algunas de ellas tuvieron grandes éxitos: el amparo para consumir marihuana, el paro del proyecto del Centro de Convenciones en el Cerro del Fortín en Oaxaca, las candidaturas independientes o las luchas centradas en Ayotzinapa. Aquí revisaré dos de esos temas de relevancia nacional.
El Partido Verde prostituyó el ambientalismo y ha lucrado con él desde 1988. Ha prosperado porque su corrupción ha sido funcional para el PRI y las televisoras y porque ha gozado de la protección de las autoridades electorales. El año 2015 fue malo para ellos. En la primera parte, una campaña ciudadana exigió al Instituto Nacional Electoral (INE) quitarles el registro. Se salvaron porque sólo cuatro consejeros del INE respaldaron la solicitud mientras que otros siete se atrincheraron en el silencio o en teorías a modo para obedecer una instrucción girada, probablemente, desde el PRI y las televisoras.
Se consolidó el prestigio del Verde como partido corrupto y canalla. Semanas después, el presidente Enrique Peña Nieto cometió el desatino de nombrar a un presunto delincuente electoral, al verde Arturo Escobar, como subsecretario de Gobernación encargado de prevenir el delito (luego se sorprenden de que se les critique su incongruencia). La exigencia de removerlo de diferentes organizaciones se cumplió cuando la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) obtuvo una orden de aprehensión contra Escobar y él terminó renunciando al cargo.
Estas sacudidas enmarcan acontecimientos chiapanecos. El diputado del Partido Verde que representaría a los migrantes ganó con trampas por demás groseras. Cuando se difundieron los engaños, el congreso de Chiapas controlado por el PRI y el Verde, le quitó la curul; pero lo más notable fue que ¡el partido expulsó al delincuente electoral! Esta actitud es rarísima porque el Verde premia, no castiga esas conductas. En el 2016 ese partido será candidato a chivo expiatorio cuando el oficialismo sienta la necesidad de probar su compromiso contra la corrupción.
El segundo asunto fue la disputa por el Corredor Chapultepec que se enmarca en el urbanismo salvaje que ha destrozado a las ciudades mexicanas. En una lamentable degradación, buena parte de la izquierda que gobierna la capital desde 1997 le entró al saqueo, lo que fue despertando la conciencia y forzó la organización de vecinos de múltiples colonias. Apoyándose en especialistas en varias disciplinas y en algunos medios de comunicación fue urdiéndose un tejido social que entendió las mañas usadas para enriquecerse con los cambios en el uso de suelo. En la mayoría de las ocasiones los vecinos fueron derrotados, pero 2015 fue diferente.
La batalla por el Corredor Chapultepec mostró la articulación y sofisticación de un movimiento que incluyó a vecinos, académicos, especialistas, periodistas y algunos funcionarios, además de buena parte de Morena y unos cuantos panistas. El eslogan #AsiNo sintetizó el rechazo a la opacidad y la corrupción y expresó las aspiraciones de quienes deseamos una ciudad diferente, más humana y con mejor calidad de vida. En su artículo, "Las lecciones del #AsíNo", María Amparo Casar hace un espléndido recuento de las irregularidades incurridas por las autoridades (Excélsior, 9 de diciembre de 2015).
Una de las tareas más difíciles en las ciencias sociales es determinar por qué se inconforman y rebelan las personas y los grupos sociales. Hay suficiente evidencia para asegurar que durante 2015 se expresaron por todo el país las inconformidades y que se lograron éxitos poco comunes en asuntos paradigmáticos. Es posible que en 2016 se mantengan estas tendencias y que las brisas del cambio se transformen en un ventarrón que arranque y se lleve algunas costras de mugre acumulada. Ese es uno de mis deseos de año nuevo que espero, en el terreno discutido, sea tan fructífero como el que ahora termina.
Comentarios: www.sergioaguayo.org
Colaboró Maura Álvarez Roldán y Emilio González González.
El enojo social crece y se expresa de manera organizada. En el Distrito Federal hubo 5 mil 935 manifestaciones en 2011 y 9 mil 111 en 2014, ¡un aumento de 53% en sólo dos años! (Isabel Becerril, El Financiero, 4 de junio de 2015). Tengo la impresión que en 2015 crecieron las protestas por todo el país y algunas de ellas tuvieron grandes éxitos: el amparo para consumir marihuana, el paro del proyecto del Centro de Convenciones en el Cerro del Fortín en Oaxaca, las candidaturas independientes o las luchas centradas en Ayotzinapa. Aquí revisaré dos de esos temas de relevancia nacional.
El Partido Verde prostituyó el ambientalismo y ha lucrado con él desde 1988. Ha prosperado porque su corrupción ha sido funcional para el PRI y las televisoras y porque ha gozado de la protección de las autoridades electorales. El año 2015 fue malo para ellos. En la primera parte, una campaña ciudadana exigió al Instituto Nacional Electoral (INE) quitarles el registro. Se salvaron porque sólo cuatro consejeros del INE respaldaron la solicitud mientras que otros siete se atrincheraron en el silencio o en teorías a modo para obedecer una instrucción girada, probablemente, desde el PRI y las televisoras.
Se consolidó el prestigio del Verde como partido corrupto y canalla. Semanas después, el presidente Enrique Peña Nieto cometió el desatino de nombrar a un presunto delincuente electoral, al verde Arturo Escobar, como subsecretario de Gobernación encargado de prevenir el delito (luego se sorprenden de que se les critique su incongruencia). La exigencia de removerlo de diferentes organizaciones se cumplió cuando la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) obtuvo una orden de aprehensión contra Escobar y él terminó renunciando al cargo.
Estas sacudidas enmarcan acontecimientos chiapanecos. El diputado del Partido Verde que representaría a los migrantes ganó con trampas por demás groseras. Cuando se difundieron los engaños, el congreso de Chiapas controlado por el PRI y el Verde, le quitó la curul; pero lo más notable fue que ¡el partido expulsó al delincuente electoral! Esta actitud es rarísima porque el Verde premia, no castiga esas conductas. En el 2016 ese partido será candidato a chivo expiatorio cuando el oficialismo sienta la necesidad de probar su compromiso contra la corrupción.
El segundo asunto fue la disputa por el Corredor Chapultepec que se enmarca en el urbanismo salvaje que ha destrozado a las ciudades mexicanas. En una lamentable degradación, buena parte de la izquierda que gobierna la capital desde 1997 le entró al saqueo, lo que fue despertando la conciencia y forzó la organización de vecinos de múltiples colonias. Apoyándose en especialistas en varias disciplinas y en algunos medios de comunicación fue urdiéndose un tejido social que entendió las mañas usadas para enriquecerse con los cambios en el uso de suelo. En la mayoría de las ocasiones los vecinos fueron derrotados, pero 2015 fue diferente.
La batalla por el Corredor Chapultepec mostró la articulación y sofisticación de un movimiento que incluyó a vecinos, académicos, especialistas, periodistas y algunos funcionarios, además de buena parte de Morena y unos cuantos panistas. El eslogan #AsiNo sintetizó el rechazo a la opacidad y la corrupción y expresó las aspiraciones de quienes deseamos una ciudad diferente, más humana y con mejor calidad de vida. En su artículo, "Las lecciones del #AsíNo", María Amparo Casar hace un espléndido recuento de las irregularidades incurridas por las autoridades (Excélsior, 9 de diciembre de 2015).
Una de las tareas más difíciles en las ciencias sociales es determinar por qué se inconforman y rebelan las personas y los grupos sociales. Hay suficiente evidencia para asegurar que durante 2015 se expresaron por todo el país las inconformidades y que se lograron éxitos poco comunes en asuntos paradigmáticos. Es posible que en 2016 se mantengan estas tendencias y que las brisas del cambio se transformen en un ventarrón que arranque y se lleve algunas costras de mugre acumulada. Ese es uno de mis deseos de año nuevo que espero, en el terreno discutido, sea tan fructífero como el que ahora termina.
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Colaboró Maura Álvarez Roldán y Emilio González González.
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