Navidad: Los días aparte…

Navidad: Los días aparte…
Como en un abrir y cerrar de ojos ya está aquí la Noche Buena y enseguida Navidad. Es cosa de unas horas. Para muchos en el mundo, como para nosotros en México, son días aparte. Son de aquellas fechas en las que la contradicción humana busca explicaciones y respuestas, aunque el ruido, el comercio y la pachanga no nos permitan escucharlas; pero sí podemos escucharnos. En todo caso el motivo o la aspiración es una: vivir en paz, con salud y trabajo.

Y cada uno ve a estos días de forma diferente y los vive a la manera como se quiere, se puede y como se presenta la circunstancia.

Unos, porque pueden y tienen con qué, viven estos días en la opulencia y la vastedad. Son quienes todo lo tienen a la mano y por lo mismo ya a nada terrenal aspiran. Se miran en el espejo reluciente del todo cumplido. Y no a la manera de “Nosotros los pobres y ustedes los ricos” en la que se estigmatizaba a los ricos como mamones, odiosos, ‘rotos fufurufos’, la verdad es que muy probablemente ahí hay gente de naturaleza diferente y aspiraciones distintas; no las pueden evitar en tanto humanos que también son: ni más ni menos.

Ojalá que esa diferente condición económica les permita reconocerse en sitio privilegiado en momentos difíciles para muchos y que desde ahí surja un insólito impulso de justicia e igualdad como los que encierran los días de Navidad. Que no siempre se cumpla lo que dijo Marcos: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”.

Otros, digamos que la mayoría de la clase media mexicana, conviven y reviven tradiciones, platillos, música, recuerdos, nostalgias, tristezas, serpentinas, silbatos, diamantina, globos de mil colores y brillitos por todos lados.

Adornar la casa es un regocijo. Hay olor a musgo, a heno, a pino y a ponche de guayaba con cañas, manzanas y canela. A tamales verdes, de dulce y de rajas; también romeritos y bacalao en el altiplano; los señores se disponen a destapar sus buenas botellas de lo que se pueda para agasajar y para agasajarse; y abrir los regalos ¡una fantasía! (“mmm… me dieron esto que no me gusta; no es mi talla; no es mi color preferido…”) un poco como si la Navidad despertara las ganas de verlo todo y vivirlo todo en unas cuantas horas-minutos-segundos…

Hay otros que la pasarán con lo absolutamente elemental, si es que hay para lo elemental. Digamos que son aquellos que forman parte de los 15 millones de mexicanos a los que los programas de erradicación de la pobreza no les han llegado, o no los ha alcanzado o los opulentos funcionarios de la pobreza no quieren ni verlos. Es un asunto de querer y no querer. Es un tema espinoso para todos pero existe y existen ahí hombres, mujeres, viejos, niños sometidos al rigor de la verdad de nuestros días: el de los desajustes sociales, a pesar de las promesas históricas de igualdad y justicia para todos… ¿qué son todos? ¿Quiénes somos todos?... ¿Por qué están así?

Como en la tonada de Serrat, por estos días a todos nos une un solo y profundo sentido de la igualdad, a pesar de todo. Esa igualdad que se desprende de lo que esencialmente es el hombre y la mujer: iguales bajo toda circunstancia porque, al final del camino, el mundo y las prerrogativas que la vida nos dan quedan sólo en el recuerdo.

Mientras tanto seguiremos urgiendo para que lo que este día representa en nuestra esencia humana se traslade a lo cotidiano y al día a día de todos: En un país en el que todos tengamos para vivir con decoro, sin el ¡Jesús! en la boca; un país que deje de ser el que muchos, para conseguir la aspiración de ser, aunque sólo sea por unos días, tienen que involucrarse en el crimen, en el delito y en la violencia…

Un país en el que no se tenga que vender el alma al diablo para seguir el minuto siguiente y en el que el opulento no olvide que si tiene es porque otros dejaron de tener; un país en el que la mezquindad dé paso al saludo cordial y al apoyo solidario; y en el que la corrupción deje de ser el aliento con el que respira la burocracia y el poder político y económico; un lugar para vivir y dejar vivir sin que lo mío no atente a lo nuestro.

Desajustes hay en todo el mundo; y es una de las razones por las que hoy mismo se presagian días difíciles aquí o allá. Es así, a pesar de la Navidad.

Pero nos importa México porque es nuestra casa, nuestro refugio, el techo que nos cobija y la tierra que nos da de comer. Es la esencia del cómo somos y para qué vivimos lo que nos une aquí. Pero también es lo mucho que tenemos que rescatar del desastre en el que se ha convertido, y no por culpa de quienes aquí vivimos, sí de quienes aquí gobiernan y de quienes se sientan a sus anchas en la mesa del todo servido para ellos…

En fin, que estos son los otros días; vamos a recuperar el aliento por un momento y sigamos la ruta; mientras tanto brindemos con champaña, con sidra o agua de jamaica y digamos “¡Felicidades!” para todos, para quienes están aquí y para quienes no están;

… Para los que están en la sierra, en el desierto, en la selva, en la urbe, en el campo y en el mar mexicanos: todos estamos aquí, en ese barco y todos habremos de ser felices, aunque sea por un rato…

Cerremos los ojos e imaginemos al mundo feliz. Aunque sólo sea imaginario. Ya luego veremos qué sigue… Por lo pronto un abrazo firme, fraterno, interminable. Para todos.

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