Los mexicanos dejaron de creer en las instituciones, dijo Peña Nieto en su discurso para celebrar el hecho de que la Secretaría de la Función Pública lo exoneraba –junto a su esposa y Luis Videgaray- de los escándalos inmobiliarios que fueron un tema que –se quiera o no- metió a la administración del presidente en una crisis política y de credibilidad.
Pero justo a la mitad de su sexenio, el presidente cambió a su gabinete por primera vez en los tres años que lleva de gobierno. Algunos fueron enroques entre titulares de secretarías, llegaron algunos como Aurelio Nuño, que dejó su oficina en Los Pinos para ir a la SEP y en términos generales, solamente dos personajes salieron de la escena gubernamental.
Uno es Jesús Murillo Karam y el otro es Monte Alejandro Rubido García. En los dos casos, se van con una sombra terrible por temas de seguridad y justicia. Uno, Murillo Karam, con la carga social de haber sido el encargado de las investigaciones de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que está por cumplirse un año y el otro, por la extraordinaria y hollywodesca fuga del “Chapo” Guzmán.
Murillo Karam mientras fue procurador general de la República, enfrentó la peor crisis de credibilidad y descontento social que ha vivido este gobierno con el caso Ayotzinapa. Su “verdad histórica” de los hechos no convenció a casi nadie y las miradas del mundo se centraron en México tras este evento, que ha sido uno de los más característicos de la terrible realidad social que vive el país.
Ha sido tal su trascendencia, que la caravana de los padres y familiares de los estudiantes desaparecidos ha llegado hasta Europa yEstados Unidos para exigir justicia ante la falta de credibilidad de las autoridades mexicanas, en lo que prácticamente fue el principio del fin político de Murillo Karam.
Por otra parte, una de las escenas más tragicómicas de los últimos años ha sido la fuga –por segunda ocasión- del “Chapo” Guzmán. Otra noticia que le dio la vuelta al mundo, que exhibió la vulnerabilidad de los sistemas de “seguridad” de las cárceles de “alta seguridad” y que al parecer, selló la salida del ex comisionado nacional de seguridad, Monte Alejandro Rubido.
Esto y las crisis de seguridad que viven estados como Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Estado de México y Jalisco, colocan a la estrategia de seguridad y al encargado de llevarla a cabo como un fracaso total de esta administración.
Así, Peña Nieto se alista para su tercer informe de gobierno y “entramos a esta segunda mitad con muchas ganas y más fuerza”, dice su sitio oficial. Sin embargo, la realidad indica que la segunda parte de su sexenio está marcada por incredulidad, dudas y mucha inconformidad por parte de algunos sectores de la sociedad.
Pocos creen en la capacidad del presidente, efectivamente ya nadie cree en las instituciones y la sociedad se mueve entre el hartazgo y la decepción. Este gobierno no ha sido capaz de resolver casos como el de Ayotzinapa, no ha podido frenar la inseguridad y los abusos del crimen organizado, los sistemas de justicia están inmersos en un modelo de corrupción descontrolado y además de todo, se han encargado de restregarnos en la cara que ellos sí pueden comprar casas millonarias sin la menor sospecha de ilegalidad, cosa que sucede con la mayoría de los políticos en México.
El tercer informe de gobierno dirá que se han reducido el número de personas en pobreza extrema, pero aun así hay 53 millones de pobres. Dirá que México es un país con grandes inversiones y aunque es cierto, los beneficios de las reformas estructurales están muy lejos de beneficiar a las familias mexicanas.
Dirá que hay más empleos con la reforma en telecomunicaciones y la energética; que la educación ha cambiado con la reforma educativa y que México avanza. Lo malo es que la gente no cree en lo que dice el presidente, no confía en lo que dicen los políticos, no aprueba el nivel de corrupción del sistema político; pero lo peor, es que como siempre, esos números y resultados no se traducen en un beneficio compartido para toda la sociedad.
Seguimos esperando el “gran milagro mexicano” y tendremos que seguir esperando los grandes resultados y beneficios que nos prometieron con las reformas, con su “renovada” estrategia de seguridad y con un entorno financiero mundial desastroso. Mientras tanto, seguiremos buscando medidas y opciones de mejorar al país más allá –y a pesar- de los políticos y del sistema… Algo que no tendrá fin.
Pero justo a la mitad de su sexenio, el presidente cambió a su gabinete por primera vez en los tres años que lleva de gobierno. Algunos fueron enroques entre titulares de secretarías, llegaron algunos como Aurelio Nuño, que dejó su oficina en Los Pinos para ir a la SEP y en términos generales, solamente dos personajes salieron de la escena gubernamental.
Uno es Jesús Murillo Karam y el otro es Monte Alejandro Rubido García. En los dos casos, se van con una sombra terrible por temas de seguridad y justicia. Uno, Murillo Karam, con la carga social de haber sido el encargado de las investigaciones de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que está por cumplirse un año y el otro, por la extraordinaria y hollywodesca fuga del “Chapo” Guzmán.
Murillo Karam mientras fue procurador general de la República, enfrentó la peor crisis de credibilidad y descontento social que ha vivido este gobierno con el caso Ayotzinapa. Su “verdad histórica” de los hechos no convenció a casi nadie y las miradas del mundo se centraron en México tras este evento, que ha sido uno de los más característicos de la terrible realidad social que vive el país.
Ha sido tal su trascendencia, que la caravana de los padres y familiares de los estudiantes desaparecidos ha llegado hasta Europa yEstados Unidos para exigir justicia ante la falta de credibilidad de las autoridades mexicanas, en lo que prácticamente fue el principio del fin político de Murillo Karam.
Por otra parte, una de las escenas más tragicómicas de los últimos años ha sido la fuga –por segunda ocasión- del “Chapo” Guzmán. Otra noticia que le dio la vuelta al mundo, que exhibió la vulnerabilidad de los sistemas de “seguridad” de las cárceles de “alta seguridad” y que al parecer, selló la salida del ex comisionado nacional de seguridad, Monte Alejandro Rubido.
Esto y las crisis de seguridad que viven estados como Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Estado de México y Jalisco, colocan a la estrategia de seguridad y al encargado de llevarla a cabo como un fracaso total de esta administración.
Así, Peña Nieto se alista para su tercer informe de gobierno y “entramos a esta segunda mitad con muchas ganas y más fuerza”, dice su sitio oficial. Sin embargo, la realidad indica que la segunda parte de su sexenio está marcada por incredulidad, dudas y mucha inconformidad por parte de algunos sectores de la sociedad.
Pocos creen en la capacidad del presidente, efectivamente ya nadie cree en las instituciones y la sociedad se mueve entre el hartazgo y la decepción. Este gobierno no ha sido capaz de resolver casos como el de Ayotzinapa, no ha podido frenar la inseguridad y los abusos del crimen organizado, los sistemas de justicia están inmersos en un modelo de corrupción descontrolado y además de todo, se han encargado de restregarnos en la cara que ellos sí pueden comprar casas millonarias sin la menor sospecha de ilegalidad, cosa que sucede con la mayoría de los políticos en México.
El tercer informe de gobierno dirá que se han reducido el número de personas en pobreza extrema, pero aun así hay 53 millones de pobres. Dirá que México es un país con grandes inversiones y aunque es cierto, los beneficios de las reformas estructurales están muy lejos de beneficiar a las familias mexicanas.
Dirá que hay más empleos con la reforma en telecomunicaciones y la energética; que la educación ha cambiado con la reforma educativa y que México avanza. Lo malo es que la gente no cree en lo que dice el presidente, no confía en lo que dicen los políticos, no aprueba el nivel de corrupción del sistema político; pero lo peor, es que como siempre, esos números y resultados no se traducen en un beneficio compartido para toda la sociedad.
Seguimos esperando el “gran milagro mexicano” y tendremos que seguir esperando los grandes resultados y beneficios que nos prometieron con las reformas, con su “renovada” estrategia de seguridad y con un entorno financiero mundial desastroso. Mientras tanto, seguiremos buscando medidas y opciones de mejorar al país más allá –y a pesar- de los políticos y del sistema… Algo que no tendrá fin.