EL caos toca a la puerta

EL caos toca a la puerta
Es cruel la desesperanza. La semana para los mexicanos ha sido complicada y en términos políticos, no hay mucha diferencia con las semanas anteriores:

La ratificación de la procuraduría de sobre el caso de los normalistas, en un dudoso dictamen que intenta imponer una verdad histórica; el aniversario de la liberación de los judíos de los campos de concentración; la explosión en Cuajimalpa y todos los de más días con los estúpidos anuncios electorales donde los políticos intentan capitalizar hasta a su madre, los escándalos de corrupción disipados por el imaginario colectivo, el cinismo del PRI, la doble moral de funcionarios panistas, las asquerosas declaraciones de un expresidente asesino, el PRD en franca demolición, partidos satélite “modernos”, militancias fanáticas y una izquierda vergonzosa.

Es difícil tener esperanza en éstas condiciones. Entre tanto brilla la fugacidad estrepitosa de un individualismo atroz promulgado por el sistema de competencia de mercado. Emerge entonces una pregunta crucial para la sociedad: ¿estamos siendo testigos del fin de la historia?

La sociedad está polarizándose cada vez más por la situación económica. Por otra parte, los partidos de izquierda al contrario de asumir una postura crítica, están “calentando” los ánimos de la nación, con el fin de pegarle al PRI ¿México tiene solución?

Los doloridos padres de los normalistas en una trágica exposición de su postura, luego del comunicado de la Procuraduría, mostraban un rostro sufriente que exigía la renuncia del ejecutivo, pero definitivamente, esa renuncia, nunca llegará y aunque así fuese, la problemática no está en un sujeto, sino en la forma de llevar la institucionalidad de los distintos poderes del estado.

Recientemente la revista proceso publicó una serie de reportajes sobre la inseguridad y el clero. Históricamente, se ha dicho que nunca ha faltado el cura que ha recibido recursos ilícitos para la construcción de templos y obras para la caridad, estableciendo una cercanía con grupos delincuenciales en algunos casos y renunciando así a su profetismo de denuncia. Hoy, cuando el crimen no respeta más que sus intereses, los nuevos sacerdotes que se aferran a su vocación arriesgan sus vidas. Hasta el clero corre peligro.

El empleo es escaso, los salarios miserables y las relaciones sociales están en peligro ¿vale la pena la esperanza?

Esta reflexión nos lleva invariablemente al tema del bien y el mal. En 1971 Philip Zimbardo, realizó un experimento, denominado, “El experimento de la cárcel de Stanford”. El experimento consistió en encerrar a jóvenes voluntarios en una cárcel simulada e el sótano del departamento de psicología de la Universidad de Sanford. En el experimento a algunos se les asignó el rol de presos y a otros de celadores. El experimento tuvo que ser clausurado antes de que llegase a su fin dado que quienes ostentaban el poder salieron de control y maltrataron sin ninguna necesidad ni razón explícita a los “presos”. Una de las grandes interrogantes del experimento, consistía en cómo es que una persona normal, típicamente buena era capaz de tales atrocidades. ¿El ser humano es malo naturalmente? De ser así ¿A dónde vamos?

Recuerda el filósofo esloveno Slavoj cómo es que la polarización económica ha llevado a las clases dominantes a construir “otros mundos”, espacios luminosos y extraordinariamente lujosos en medio de países extremadamente pobres. Avisando así, una realidad que ya se puede ver dibujada en muchas parte del mundo; la miseria y la opulencia a metros de distancia.

El escenario tiene tintes apocalípticos. La miseria baña las ciudades, la corrupción muerde las instituciones y la tradición narcisista de nuestra época seduce nuestros anhelos.

Es tiempo de aceptar que si no PENSAMOS en una SOLUCIÓN como sociedad, el caos tocará a nuestra puerta un día de éstos. 
 

Comentarios