Era mediodía y la temperatura rondaba los 8 grados bajo cero. No había nieve, el clima era más bien seco, airoso y de momentos salía un sol que no servía para nada. Nos encontrábamos en el extremo alto de la ‘milla real’, en Edimburgo, Escocia. El castillo emblema de esa ciudad es el predilecto de los turistas, más no así de los locales. En el extremo bajo, al final de la milla, se encuentra otro castillo el de ‘Holyrood’.
Nos tomamos de la mano para encaminarnos hacia una de nuestras más grandes pasiones: comprar un helado y una coca-cola. No necesito decir que estaban helados y con ese alimento chatarra, nosotros. Pero no importa, un helado y una coca-cola siempre son indispensables, sea desierto o tierras gélidas.
En nuestro recorrido, los gaiteros suelen molestar los oídos, los actores callejeros se pasan de graciosos con los que se dejan y los músicos, en ocasiones son revelaciones increíbles, los hay de todos lados.
Las tiendas compiten por nuestra atención ¿un frappé frío? ¿Por qué no? El helado y la coca-cola ya se habían terminado. Una tiendita de artículos navideños que abre todos los días del año me atrapó desde la primera vez que la conocí y no pude dejar de ir ahí siempre que fue posible durante los años que viví en la ciudad. Quisiera comprar todo y llevarme el aroma a canela y manzanas que impregna cada rincón.
Aromas ¿Qué es la Navidad sin los aromas? Y recordé México, la casa, la familia, la cocina. ¿Por qué habré de regresar siempre a México en mis pensamientos?
Salimos de ahí con cuanta cosa se nos ocurrió comprar. Respire el aire helado que soplaba en la calle y se fue el aroma a canela y manzanas. Contemplé la tranquilidad y el orden, el respeto a los transeúntes y la amabilidad de la gente, la ausencia de neurosis en las calles y el afán por vivir en una ciudad armoniosa, sin caos, y el pensamiento sobre México fue cambiando.
“México está tan lejos de llegar a esto”, pensé. “Quizá sea yo quien está muy lejos de México”, me dije luego; “así está mejor”, me convencí y seguimos caminando.
email: jorgediaz@live.co.uk
Twitter: @adejorge
Facebook: http://www.facebook.com/JorgeDiazElizondo
Google+: http://gplus.to/JorgeDiazElizondo
Sitio web: http://goo.gl/KSWHW
Nos tomamos de la mano para encaminarnos hacia una de nuestras más grandes pasiones: comprar un helado y una coca-cola. No necesito decir que estaban helados y con ese alimento chatarra, nosotros. Pero no importa, un helado y una coca-cola siempre son indispensables, sea desierto o tierras gélidas.
En nuestro recorrido, los gaiteros suelen molestar los oídos, los actores callejeros se pasan de graciosos con los que se dejan y los músicos, en ocasiones son revelaciones increíbles, los hay de todos lados.
Las tiendas compiten por nuestra atención ¿un frappé frío? ¿Por qué no? El helado y la coca-cola ya se habían terminado. Una tiendita de artículos navideños que abre todos los días del año me atrapó desde la primera vez que la conocí y no pude dejar de ir ahí siempre que fue posible durante los años que viví en la ciudad. Quisiera comprar todo y llevarme el aroma a canela y manzanas que impregna cada rincón.
Aromas ¿Qué es la Navidad sin los aromas? Y recordé México, la casa, la familia, la cocina. ¿Por qué habré de regresar siempre a México en mis pensamientos?
Salimos de ahí con cuanta cosa se nos ocurrió comprar. Respire el aire helado que soplaba en la calle y se fue el aroma a canela y manzanas. Contemplé la tranquilidad y el orden, el respeto a los transeúntes y la amabilidad de la gente, la ausencia de neurosis en las calles y el afán por vivir en una ciudad armoniosa, sin caos, y el pensamiento sobre México fue cambiando.
“México está tan lejos de llegar a esto”, pensé. “Quizá sea yo quien está muy lejos de México”, me dije luego; “así está mejor”, me convencí y seguimos caminando.
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