La tragedia múltiple ocurrida en una sola noche en el estado de Guerrero es un asunto muy grave; seis muertos y 17 lesionados en cuatro diferentes eventos criminales con diferencia de unas cuantas horas lo hacen así.
Ángel Aguirre Rivero, gobernador del estado, como el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, tienen que dar una explicación pronta, creíble y verás de lo que pasó ahí. Y hacer justicia. Es su responsabilidad. Como lo es también para las autoridades policiacas de la región.
También es responsabilidad del gobierno federal, porque es un asunto que atañe al país en su gobernabilidad, seguridad pública y paz social.
Lo que estalló en Iguala la noche del viernes 26 de septiembre detona un estado de la situación nacional que ya conocemos pero que por hangas o por mangas se maquilla para ofrecernos la imagen de un país con premios y reconocimientos internacionales pero muy a lo farol de la calle y obscuridad de la casa.
Los mexicanos, hoy, vivimos sumergidos en un entorno con alto grado de descomposición política y social, a punto del ahogo.
No hay un día, uno sólo, en el que dentro o fuera, dejemos de enterarnos de crímenes violentos, expuestos o soterrados, de una y otra parte; de muertes “por enfrentamientos”, de agravios por complicidades o por inmundicia, tanto del crimen organizado como de muchos de sus persecutores así como de autoridades infectadas: todo esto es ingrediente para la tragedia de seguridad pública y enfermedad social que ya vivimos todos en México.
Sorprende que cuando aún está por conocerse la participación de militares en la muerte trágica de 22 personas en la comunidad de San Pedro Limón, Tlatlaya, en los límites del Estado de México y Guerrero, ocurre esta nueva tragedia.
Esta vez, la Procuraduría General de Justicia de Guerrero confirmó que durante los hechos violentos suscitados en Iguala murieron seis personas y 20 están heridos. Que policías municipales ‘y presuntos sicarios’ balearon a alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos.
En los hechos murieron dos estudiantes normalistas, dos integrantes del equipo de fut bol Avispones, de Chilpancingo, una mujer en un taxi y el chofer del taxi. Luego un hombre fue encontrado desollado. La crueldad humana a la vista. ¿Esta es la Transformación a la que se refiere el Ejecutivo?
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene un problema enfrente: uno muy delicado y que tiene que ver con lo que históricamente ha sido el germen de la inconformidad y la exigencia: los estudiantes.
Ya muchos de ellos están fuera de las aulas, en el DF exigiendo la anulación del nuevo reglamento y plan de estudios del Instituto Politécnico Nacional. (Hay que escucharlos). Los alumnos de la Normal de Ayotzinapa tienen en su haber lo ocurrido el 12 de diciembre de 2011 cuando fueron muertos dos normalistas sin esclarecimiento aun…
Otros normalistas salieron ya a las calles en Morelia, Michoacán, para exigir el esclarecimiento de lo ocurrido a sus compañeros en Guerrero… Y sin duda lo ocurrido en Iguala abrirá la puerta para una etapa de inconformidades estudiantiles que el gobierno federal tiene que atender y solucionar por la vía política y democrática.
En Guerrero la situación es irritante. Es uno de los estados con mayores conflictos de gobernabilidad, violencia, intransigencia y pobreza. Para el gobernador Ángel Aguirre Rivero (PRD) las cosas ‘tienen solución’ mientras cabildea su propia supervivencia política en un estado con problemas que se expresan en los municipios más importantes de la entidad como ahora es Iguala y como ya es Acapulco…
En donde está un presidente municipal, Luis Walton, quien a diferencia de lo que él y su gente creen, la situación es resultado de otro caso de ingobernabilidad. La altísima disminución del turismo internacional al Puerto tiene que ver con la inseguridad actual ahí; la falta de agua potable es una exigencia permanente de los habitantes de Acapulco, el desempleo se incrementa en donde los servicios turísticos son primordiales, el drenaje está incumplido, la pavimentación nulificada, el transporte público enloquecido y peor alumbrado: como si ahí nunca hubiera pasado el tiempo.
Y cada día se complican más las condiciones de vida en casi todo el país. Las excepciones hacen la regla de la inseguridad pública. Lo de Tlatlaya está pendiente y es muy grave. Lo de Iguala se ha puesto en la mesa de los agravios nacionales. El 27 de septiembre hubo 11 muertos por ‘enfrentamiento de dos grupos delictivos’ en Chihuahua y…
Ahí está, todo a la vista. Todos los días de nuestras vidas. Ni más. Ni menos.
Ángel Aguirre Rivero, gobernador del estado, como el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, tienen que dar una explicación pronta, creíble y verás de lo que pasó ahí. Y hacer justicia. Es su responsabilidad. Como lo es también para las autoridades policiacas de la región.
También es responsabilidad del gobierno federal, porque es un asunto que atañe al país en su gobernabilidad, seguridad pública y paz social.
Lo que estalló en Iguala la noche del viernes 26 de septiembre detona un estado de la situación nacional que ya conocemos pero que por hangas o por mangas se maquilla para ofrecernos la imagen de un país con premios y reconocimientos internacionales pero muy a lo farol de la calle y obscuridad de la casa.
Los mexicanos, hoy, vivimos sumergidos en un entorno con alto grado de descomposición política y social, a punto del ahogo.
No hay un día, uno sólo, en el que dentro o fuera, dejemos de enterarnos de crímenes violentos, expuestos o soterrados, de una y otra parte; de muertes “por enfrentamientos”, de agravios por complicidades o por inmundicia, tanto del crimen organizado como de muchos de sus persecutores así como de autoridades infectadas: todo esto es ingrediente para la tragedia de seguridad pública y enfermedad social que ya vivimos todos en México.
Sorprende que cuando aún está por conocerse la participación de militares en la muerte trágica de 22 personas en la comunidad de San Pedro Limón, Tlatlaya, en los límites del Estado de México y Guerrero, ocurre esta nueva tragedia.
Esta vez, la Procuraduría General de Justicia de Guerrero confirmó que durante los hechos violentos suscitados en Iguala murieron seis personas y 20 están heridos. Que policías municipales ‘y presuntos sicarios’ balearon a alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos.
En los hechos murieron dos estudiantes normalistas, dos integrantes del equipo de fut bol Avispones, de Chilpancingo, una mujer en un taxi y el chofer del taxi. Luego un hombre fue encontrado desollado. La crueldad humana a la vista. ¿Esta es la Transformación a la que se refiere el Ejecutivo?
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene un problema enfrente: uno muy delicado y que tiene que ver con lo que históricamente ha sido el germen de la inconformidad y la exigencia: los estudiantes.
Ya muchos de ellos están fuera de las aulas, en el DF exigiendo la anulación del nuevo reglamento y plan de estudios del Instituto Politécnico Nacional. (Hay que escucharlos). Los alumnos de la Normal de Ayotzinapa tienen en su haber lo ocurrido el 12 de diciembre de 2011 cuando fueron muertos dos normalistas sin esclarecimiento aun…
Otros normalistas salieron ya a las calles en Morelia, Michoacán, para exigir el esclarecimiento de lo ocurrido a sus compañeros en Guerrero… Y sin duda lo ocurrido en Iguala abrirá la puerta para una etapa de inconformidades estudiantiles que el gobierno federal tiene que atender y solucionar por la vía política y democrática.
En Guerrero la situación es irritante. Es uno de los estados con mayores conflictos de gobernabilidad, violencia, intransigencia y pobreza. Para el gobernador Ángel Aguirre Rivero (PRD) las cosas ‘tienen solución’ mientras cabildea su propia supervivencia política en un estado con problemas que se expresan en los municipios más importantes de la entidad como ahora es Iguala y como ya es Acapulco…
En donde está un presidente municipal, Luis Walton, quien a diferencia de lo que él y su gente creen, la situación es resultado de otro caso de ingobernabilidad. La altísima disminución del turismo internacional al Puerto tiene que ver con la inseguridad actual ahí; la falta de agua potable es una exigencia permanente de los habitantes de Acapulco, el desempleo se incrementa en donde los servicios turísticos son primordiales, el drenaje está incumplido, la pavimentación nulificada, el transporte público enloquecido y peor alumbrado: como si ahí nunca hubiera pasado el tiempo.
Y cada día se complican más las condiciones de vida en casi todo el país. Las excepciones hacen la regla de la inseguridad pública. Lo de Tlatlaya está pendiente y es muy grave. Lo de Iguala se ha puesto en la mesa de los agravios nacionales. El 27 de septiembre hubo 11 muertos por ‘enfrentamiento de dos grupos delictivos’ en Chihuahua y…
Ahí está, todo a la vista. Todos los días de nuestras vidas. Ni más. Ni menos.
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