“Viajero… detente…”

A los mexicanos nos gusta que nos visiten. Digamos que ‘somos de puertas abiertas’, de ‘pásele a lo barrido, aunque regado no esté’ y hasta el ‘mi casa es su casa’. Y recibimos de buena gana aunque a veces no se nos entienda bien eso de ser tan melosos y caramelosos.

Los libros de viajeros, sobre todo en el siglo XIX y XX relatan travesías de extranjeros que se acercaban por acá para ver nuestra cultura, nuestra historia, nuestros monumentos, el clima, la flora y la fauna y hasta los pecados capitales: con frecuencia no nos iba tan bien con ellos, pero es cosa de interpretaciones: todo mundo tiene ola que le pisen: es el factor humano, digamos.

En el siglo XIX había en México unos libros que ahora son joyas: eran las “Guías de forasteros”, porque por entonces al turista se le llamaba “forastero”, aunque más tarde hay que diferenciar entre turista y viajero: cosas distintas, a saber: el primero viene a pasear y ver, divertirse, estar y salir cuando el tiempo o los recursos se agotan.

Los viajeros pasan por aquí y nos ven de una manera más formal; como más intensa, como con el interés de si quedarse un poco más o seguir el viaje: puede ser por placer de estar o por negocios o estudios o, simplemente, porque, decía Ambrose Bierce “ser gringo en México es cometer eutanasia…”

Así que eso de contar con forasteros, viajeros, turistas es al mismo tiempo un motivo de regocijo para todos aquí, pero también de preocupación ahora, porque el turismo se ha convertido en una industria que deja muchos recursos y trabajo; por lo mismo se busca que muchos más vengan a un país –a nuestro país- para estar y gastar, para regresar a su lugar de origen y llevar las mejores noticias de lo que vieron, vivieron y de lo que somos…

Así que esta industria que debe dejar mucha lana para muchos es una fuente de ingresos que pueden paliar crisis económicas, las que vive el de a pie en México, no las opulencias que están en los libros y en los informes oficiales, que nada tienen que ver con lo que ocurre a pie de banqueta.

Todo esto viene al caso porque el gobierno mexicano está invirtiendo mucho dinero de las arcas públicas en estimular –dice- la llegada de más turistas a México.

Y sin avisarle a los mexicanos al grito de guerra, se contrató al actor estadounidense Kevin Spacey (¿por qué a él, tan villano que es en House of Cards? Ejemplo –su personaje- de mal uso del poder político, la intriga, la bajeza, la ruindad, la estulticia, la traición…)…

Por venir dos días al Tianguis Turístico en Cancún, el 6 y 7 de mayo pasado, se le pagaron 500 mil dólares de nuestros recursos y, según contrato, se le pagará otro tanto si consigue llegar a una audiencia de 5 millones en EUA y Canadá. Por aquellos días se hizo creer que el actor pues… ‘pasaba por aquí’ y se le retrató en Cancún, se le presentó en conferencia de prensa para que dijera qué se siente estar en México y hasta se hizo una ‘selfie’ con el presidente Enrique Peña Nieto… Esos suspiros de amor por México nos costaron una buena lana y aun le debemos…

No está mal que se invierta en esta materia siempre y cuando los resultados sean contantes y sonantes para muchos en el sector turístico, ya como propietarios o trabajadores, sobre todo estos últimos porque en el país mucha gente depende del turismo nacional o internacional…

Pero a ver si con este tipo de pagos a actores famosos, como es el caso del señor Spacey, ‘no nos sale más caro el caldo que las albóndigas’. Porque tampoco se trata de derrochar dinero y quienes se encargan del sector turístico deberán informarnos cuál fue la utilidad directa, real, concreta de esta inversión que hicieron bajo un criterio aun inexplicable del todo…

Y luego, también será bueno saber cuánto se está gastando la señora Claudia Ruiz Massieu Salinas, secretaria de Turismo que es, en campañas mediáticas, tanto para promocionar al turismo mexicano dentro y fuera del país, como para promocionarse ella en términos de que la secretaría de Turismo está siendo todo un éxito en la presente administración: su administración.

Sobre todo porque los partes oficiales dicen de forma cotidiana y reiterada, que México está hecho un pimpollo en eso de recibir turistas: habría que definir porcentajes entre turismo nacional y extranjero, y las divisas que deja cada una de las partes…

Y que, según el Banco de México, el país recibió en el primer bimestre de 2014 a 4.5 millones de turistas internacionales y que –según datos de Banco de México-, la Sectur dice que el turismo fronterizo registró un incremento de 10.8% en relación con 2013… En tanto, el presidente Peña Nieto dijo el 11 de junio pasado que el flujo de turistas en el primer cuatrimestre aumentó en 17% y que el turismo fronterizo aumentó en este periodo 30%… Cifras: ¿cuáles son las de a deveras?

Esto contrasta con los frecuentes llamados de gobiernos extranjeros a sus ciudadanos para advertirles de los riesgos de venir a México en tiempos de violencia criminal. Y contrasta, también, con el informe –este mes- de la Comisión de turismo en el Senado, en el sentido de que…

“México cayó cinco escalones en el ranking de turismo por la mala imagen generada por la violencia e inseguridad derivada de la lucha contra el narcotráfico.”

Por supuestísimo que queremos que vengan muchos millones de turistas extranjeros para estar con nosotros y de paso dejar algo de lana para las arcas nacionales y la economía doméstica de miles de trabajadores del turismo.

Pero también será conveniente que se dejen de dilapidar recursos en gastos cuya rentabilidad no está probada y en gastos de promoción personalizada. Esto cuesta mucho dinero y no retribuye nada a nadie, excepto, claro, a quien se promociona con dinero ajeno. 

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