Se acabó el sueño mundialista. No existe más esa ilusión de conseguir el tan ansiado “quinto partido” en un mundial. La selección mexicana fue eliminada de la Copa del Mundo Brasil 2014 en octavos de final y se repite la misma historia desde hace 20 años.
Mucho se ha debatido sobre la eliminación de la selección. Lo cierto es que este equipo superó las expectativas que muchos teníamos y llegó hasta donde México había llegado en los últimos cuatro mundiales. Técnicamente no quedó a deber nada pero tampoco consiguió más que las otras.
Desde el punto de vista de resultados, el equipo del “Piojo” Herrera cumplió. Si lo vemos desde el plano de desempeño en la cancha, esta selección fue muy superior a algunas de otros mundiales por su estilo de juego y por la famosa “actitud” mostrada.
Lo cierto es que esta selección al inicio causó muy pocas expectativas por el mal paso en las eliminatorias, los cambios de técnicos y el poco fútbol mostrado en los partidos amistosos previos al mundial. Pero en la medida en que fue sacando resultados –sobre todo el empate contra Brasil- y mostrando un estilo propio, los aficionados se emocionaron y cambiaron el desánimo por alegrías.
Pero la eliminación de México ante Holanda tiene tintes dramáticos que la hicieron aún más dolorosa –por decirlo de alguna manera-. Del minuto 88 al 94 la historia de la selección se quedó pasmada en el mismo lugar de siempre. Que si fue error del árbitro, que si era pernal o no, que si Robben se dejó caer, todo esto es parte del juego y la selección mexicano no pudo mantener la ventaja y la supremacía que tuvo sobre Holanda durante casi todo el partido.
Los mexicanos tenemos una forma complicada de ver las cosas. Vamos de un extremo al otro –hablo en este momento de criterios futbolísticos- que fue de asegurar que la selección no pasaba de la primera ronda a creer después –por su desempeño- que México llegaba al “séptimo juego”. La realidad nos indica que nada de esto fue real.
El fútbol es un deporte que mueve masas, produce millones y hace millonarios a los jugadores y a los involucrados en este negocio. Los futbolistas tal vez son las figuras mediáticas más conocidas en todo el planeta, se han convertido en una realidad virtual que todos pueden conocer pero muy pocos pueden disfrutar.
Pero la selección nacional y el fútbol mexicano siguen padeciendo la mala organización y los caprichos de los directivos que manejan el balompié de forma inexplicable. México llegó al mundial de milagro y aunque hizo un gran papel, no hay que olvidar que las malas decisiones de los dirigentes y la búsqueda constante de hacer negocios y sobre explotar mediáticamente un producto llamado selección nacional –sobre todo en los Estados Unidos-, han provocado –en algunas ocasiones- procesos de preparación manipulados y poco efectivos.
Miguel Herrera tuvo un trabajo extraordinario con este grupo, pero fue solamente poco más de un mes de preparación. Algunas selecciones, como Costa Rica por ejemplo, lleva cuatro años trabajando con la misma gente, el mismo concepto futbolísticos y con un proyecto deportivo sólido. Por lógica, Costa Rica ha hecho su propia historia en este mundial, mientras México no pudo superar nuevamente el límite que lo tiene como una promesa futbolística pero que no acaba de crecer.
El fútbol en México es un micro cosmos que repite los vicios y virtudes del sistema con el que funciona el país. Al menos la selección mexicana es manejada de manera monopólica por los dueños de una televisora, que toman decisiones deportivas de manera unilateral sin importar los efectos que eso pueda tener en el plano futbolístico, todo orientado a cuidar sus intereses económicos.
Es decir, la selección se mueve entre la urgencia de obtener resultados históricos en la cancha y la incertidumbre de las decisiones y caprichos extra deportivos de los directivos. Eso pareciera que es el principal obstáculo que ha limitado el verdadero crecimiento futbolístico del “Tricolor”. Porque talento hay, también buenos entrenadores y jugadores compitiendo en las mejores ligas del mundo; algunos han sido campeones del mundo y con una medalla olímpica; pero a nivel directivo las cosas no cambian.
Cada cuatro años, cuando México queda eliminado siempre en el cuarto partido, todo mundo supone que las cosas malas deberían de cambiar y las buenas mejorarlas aún más. Pero pasan los años y los errores se repiten a nivel directivo.
Ahí es en donde hace falta profesionalizar a los dirigentes, para que busquen un desarrollo económico basado en los éxitos deportivos y no creer que los buenos resultados vendrán si se tienen las arcas llenas de dólares.
El fútbol mexicano tuvo mucha suerte, primero para ir de rebote al mundial y después de encontrar en Migue Herrera un técnico capaz de hacer jugar bien al equipo, de imprimirle un estilo y una personalidad que contagia, pero sobre todo, de poner las bases para el inicio de un proceso que debería de continuar y extenderse a selecciones menores.
“Se jugó como nunca y se perdió como siempre” parece ser la frase que mejor resume el partido de México contra Holanda, pero al menos esta selección será recordada por muchos años por ser una de las que mejor ha jugado en la historia de México, ojala esto sea una buena premonición para Rusia 2018.
Mucho se ha debatido sobre la eliminación de la selección. Lo cierto es que este equipo superó las expectativas que muchos teníamos y llegó hasta donde México había llegado en los últimos cuatro mundiales. Técnicamente no quedó a deber nada pero tampoco consiguió más que las otras.
Desde el punto de vista de resultados, el equipo del “Piojo” Herrera cumplió. Si lo vemos desde el plano de desempeño en la cancha, esta selección fue muy superior a algunas de otros mundiales por su estilo de juego y por la famosa “actitud” mostrada.
Lo cierto es que esta selección al inicio causó muy pocas expectativas por el mal paso en las eliminatorias, los cambios de técnicos y el poco fútbol mostrado en los partidos amistosos previos al mundial. Pero en la medida en que fue sacando resultados –sobre todo el empate contra Brasil- y mostrando un estilo propio, los aficionados se emocionaron y cambiaron el desánimo por alegrías.
Pero la eliminación de México ante Holanda tiene tintes dramáticos que la hicieron aún más dolorosa –por decirlo de alguna manera-. Del minuto 88 al 94 la historia de la selección se quedó pasmada en el mismo lugar de siempre. Que si fue error del árbitro, que si era pernal o no, que si Robben se dejó caer, todo esto es parte del juego y la selección mexicano no pudo mantener la ventaja y la supremacía que tuvo sobre Holanda durante casi todo el partido.
Los mexicanos tenemos una forma complicada de ver las cosas. Vamos de un extremo al otro –hablo en este momento de criterios futbolísticos- que fue de asegurar que la selección no pasaba de la primera ronda a creer después –por su desempeño- que México llegaba al “séptimo juego”. La realidad nos indica que nada de esto fue real.
El fútbol es un deporte que mueve masas, produce millones y hace millonarios a los jugadores y a los involucrados en este negocio. Los futbolistas tal vez son las figuras mediáticas más conocidas en todo el planeta, se han convertido en una realidad virtual que todos pueden conocer pero muy pocos pueden disfrutar.
Pero la selección nacional y el fútbol mexicano siguen padeciendo la mala organización y los caprichos de los directivos que manejan el balompié de forma inexplicable. México llegó al mundial de milagro y aunque hizo un gran papel, no hay que olvidar que las malas decisiones de los dirigentes y la búsqueda constante de hacer negocios y sobre explotar mediáticamente un producto llamado selección nacional –sobre todo en los Estados Unidos-, han provocado –en algunas ocasiones- procesos de preparación manipulados y poco efectivos.
Miguel Herrera tuvo un trabajo extraordinario con este grupo, pero fue solamente poco más de un mes de preparación. Algunas selecciones, como Costa Rica por ejemplo, lleva cuatro años trabajando con la misma gente, el mismo concepto futbolísticos y con un proyecto deportivo sólido. Por lógica, Costa Rica ha hecho su propia historia en este mundial, mientras México no pudo superar nuevamente el límite que lo tiene como una promesa futbolística pero que no acaba de crecer.
El fútbol en México es un micro cosmos que repite los vicios y virtudes del sistema con el que funciona el país. Al menos la selección mexicana es manejada de manera monopólica por los dueños de una televisora, que toman decisiones deportivas de manera unilateral sin importar los efectos que eso pueda tener en el plano futbolístico, todo orientado a cuidar sus intereses económicos.
Es decir, la selección se mueve entre la urgencia de obtener resultados históricos en la cancha y la incertidumbre de las decisiones y caprichos extra deportivos de los directivos. Eso pareciera que es el principal obstáculo que ha limitado el verdadero crecimiento futbolístico del “Tricolor”. Porque talento hay, también buenos entrenadores y jugadores compitiendo en las mejores ligas del mundo; algunos han sido campeones del mundo y con una medalla olímpica; pero a nivel directivo las cosas no cambian.
Cada cuatro años, cuando México queda eliminado siempre en el cuarto partido, todo mundo supone que las cosas malas deberían de cambiar y las buenas mejorarlas aún más. Pero pasan los años y los errores se repiten a nivel directivo.
Ahí es en donde hace falta profesionalizar a los dirigentes, para que busquen un desarrollo económico basado en los éxitos deportivos y no creer que los buenos resultados vendrán si se tienen las arcas llenas de dólares.
El fútbol mexicano tuvo mucha suerte, primero para ir de rebote al mundial y después de encontrar en Migue Herrera un técnico capaz de hacer jugar bien al equipo, de imprimirle un estilo y una personalidad que contagia, pero sobre todo, de poner las bases para el inicio de un proceso que debería de continuar y extenderse a selecciones menores.
“Se jugó como nunca y se perdió como siempre” parece ser la frase que mejor resume el partido de México contra Holanda, pero al menos esta selección será recordada por muchos años por ser una de las que mejor ha jugado en la historia de México, ojala esto sea una buena premonición para Rusia 2018.
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