Daniel Higa. ¡“Que pase la desgraciada o el desgraciado”! es una de las frases más populares en la televisión mexicana. Tristemente proviene de un “reality-talk show” que marca la calidad de los contenidos de ciertos canales de televisión y de la ética de sus directivos por contratar a producciones poco confiables con el único fin de generar dinero.
Pero esto no tuviera mayor relevancia –llevamos años viendo este tipo de programas- si su conductora, una peruana llamada Laura Bozzo, no se hubiera visto involucrada en una gran polémica debido a que hay afirmaciones periodísticas que la acusan de haber ido a las zonas devastadas por las tormentas “Ingrid” y “Manuel” en Guerrero a bordo de un helicóptero con matrícula XC-MMP del grupo de rescatistas “Relámpagos” del Estado de México, para grabar su programa en lugar de transportar víveres y personal para ayudar a la gente de comunidades que lo necesitaban.
Esto lo dio a conocer Proceso, lo confirmó la periodista Marcela Turati y el fotógrafo Eduardo Miranda –quienes presenciaron la llegada del helicóptero y sus tripulantes-, además de Ramiro Ávila Morales, presidente municipal de Coyuca de Benitéz, que en su cuenta de facebook publicó: “como Presidente Municipal de Coyuca de Benítez, Gro. me uno a la indignación general por este acto inmoral de este personaje que sin escrúpulos se aprovechó del dolor de un pueblo que lo menos que requiere es circo”.
Este tema lo retomó Carmen Aristegui en su noticiario de MVS radio y fue a partir de ahí que Bozzo explotó en contra de esta comunicadora, con los avances que ya todos conocemos. Y digo que se ha desatado una polémica desmedida, porque el tema periodístico se encierra en el hecho “del uso de recursos públicos del Estado de México para transportar a un personaje de la farándula, de un medio que tiene helicópteros propios” como lo dijo Marcela Turati. Pero que además no haya llevado víveres o ayuda a la comunidades, esto es lo recriminable.
Más allá de estas acciones autoritarias por personajes públicos ligados al poder político –en este caso Televisa y el gobierno del Estado de México-, el tema de fondo se centra en el punto de la calidad de la televisión de “entretenimiento” que se hace en nuestro país.
Porque el “poder”, la fama y los recursos para que Bozzo se vaya a embarrar de lodo –como ella mismo lo dijo- y “ayudar a la gente” los obtiene de un programa de televisión en donde se denigra a las “panelistas”, se exhiben las peores miserias humanas; los argumentos se centran en la inmoralidad y maldad de las partes en conflicto, además de sobre explotar la pobreza cultural de una sociedad como la nuestra.
Su programa fue censurado en Perú, en cadenas como Telemundo de los Estados Unidos; en Ecuador y cadenas locales de Sudamérica. Pero en México encontró de nueva cuenta su nicho con las dos televisoras más importantes que están diseñadas y en busca de “oportunidades” para traer a sus televidentes “opciones sanas de entretenimiento” en horarios familiares.
Es redundante –pero no inútil- decir que las televisoras (Televisa y TV Azteca) centran sus éxitos financieros en producciones de telenovelas, realitys shows y talk shows. Con la misma estructura, sus programas solamente cambian de locaciones, personajes y protagonistas, para recrear una y otra vez éxitos televisivos.
Por eso tiene tanta aceptación el programa de esta conductora peruana. Porque finalmente sus guiones –creados por sus escritores y que no son historias reales como les quieren hacer ver a los televidentes- son exactamente iguales a la de las telenovelas pero que por razones de tiempo, sus puntos climáticos son más explosivos y hasta violentos.
Pero la culpa la tienen los “audaces” directivos de las televisoras, que contratan a gente con estas características y antecedentes personales poco honestos para lograr éxitos televisivos a costa de lo que sea. Y obviamente el pueblo que lo ve, porque sin los puntos de raiting que tiene el programa no sería nada para los anunciantes y por ende, no sería negocio. Un círculo vicioso del cual México, sus televisoras y los televidentes no pueden salir desde hace décadas.
El que ahora Bozzo se ponga como una de las “desgraciadas” que actúan en su programa tiene una lógica y es el hecho de que encontró en Aristegui –por lo que representa en la escena nacional- la contraparte perfecta para legitimar sus “acciones humanitarias” en Guerrero.
Porque no hay ningún video, foto o evidencia material que pruebe que la peruana entregó despensas, rescató a personas de pueblos alejados o brindó asistencia médica a los necesitados.
No hay ninguna imagen ni de su producción ni de videos ciudadanos, donde se vean las despensas o la ayuda. Es por eso que ahora quiere tener el derecho de réplica en un espacio como el de Aristegui para ganar legitimidad y tratar de demostrar que sí ayudó y que todo lo que hemos visto –tanto en medios de comunicación como en redes sociales- es falso. Y no porque le importe lo que la gente piense de ella, sino porque eso la va a volver más popular y por ende más poderosa.
Nada más eso nos faltaba, una telenovela mediática al estilo Bozzo y Televisa justo cuando el país está en medio de un desastre material y humanitario de dimensiones insospechadas. Estamos hundidos –ahora es literal y no una metáfora- en el lodo y sale una conductora peruana a tratar de demostrar su “honestidad, honradez y sus altos valores éticos”.
Que se acabe pronto este ridículo de la “desgraciada” y a seguir donando para ayudar, que todavía falta muchísimo por resolver en Guerrero y los otros estados afectados…
Pero esto no tuviera mayor relevancia –llevamos años viendo este tipo de programas- si su conductora, una peruana llamada Laura Bozzo, no se hubiera visto involucrada en una gran polémica debido a que hay afirmaciones periodísticas que la acusan de haber ido a las zonas devastadas por las tormentas “Ingrid” y “Manuel” en Guerrero a bordo de un helicóptero con matrícula XC-MMP del grupo de rescatistas “Relámpagos” del Estado de México, para grabar su programa en lugar de transportar víveres y personal para ayudar a la gente de comunidades que lo necesitaban.
Esto lo dio a conocer Proceso, lo confirmó la periodista Marcela Turati y el fotógrafo Eduardo Miranda –quienes presenciaron la llegada del helicóptero y sus tripulantes-, además de Ramiro Ávila Morales, presidente municipal de Coyuca de Benitéz, que en su cuenta de facebook publicó: “como Presidente Municipal de Coyuca de Benítez, Gro. me uno a la indignación general por este acto inmoral de este personaje que sin escrúpulos se aprovechó del dolor de un pueblo que lo menos que requiere es circo”.
Este tema lo retomó Carmen Aristegui en su noticiario de MVS radio y fue a partir de ahí que Bozzo explotó en contra de esta comunicadora, con los avances que ya todos conocemos. Y digo que se ha desatado una polémica desmedida, porque el tema periodístico se encierra en el hecho “del uso de recursos públicos del Estado de México para transportar a un personaje de la farándula, de un medio que tiene helicópteros propios” como lo dijo Marcela Turati. Pero que además no haya llevado víveres o ayuda a la comunidades, esto es lo recriminable.
Más allá de estas acciones autoritarias por personajes públicos ligados al poder político –en este caso Televisa y el gobierno del Estado de México-, el tema de fondo se centra en el punto de la calidad de la televisión de “entretenimiento” que se hace en nuestro país.
Porque el “poder”, la fama y los recursos para que Bozzo se vaya a embarrar de lodo –como ella mismo lo dijo- y “ayudar a la gente” los obtiene de un programa de televisión en donde se denigra a las “panelistas”, se exhiben las peores miserias humanas; los argumentos se centran en la inmoralidad y maldad de las partes en conflicto, además de sobre explotar la pobreza cultural de una sociedad como la nuestra.
Su programa fue censurado en Perú, en cadenas como Telemundo de los Estados Unidos; en Ecuador y cadenas locales de Sudamérica. Pero en México encontró de nueva cuenta su nicho con las dos televisoras más importantes que están diseñadas y en busca de “oportunidades” para traer a sus televidentes “opciones sanas de entretenimiento” en horarios familiares.
Es redundante –pero no inútil- decir que las televisoras (Televisa y TV Azteca) centran sus éxitos financieros en producciones de telenovelas, realitys shows y talk shows. Con la misma estructura, sus programas solamente cambian de locaciones, personajes y protagonistas, para recrear una y otra vez éxitos televisivos.
Por eso tiene tanta aceptación el programa de esta conductora peruana. Porque finalmente sus guiones –creados por sus escritores y que no son historias reales como les quieren hacer ver a los televidentes- son exactamente iguales a la de las telenovelas pero que por razones de tiempo, sus puntos climáticos son más explosivos y hasta violentos.
Pero la culpa la tienen los “audaces” directivos de las televisoras, que contratan a gente con estas características y antecedentes personales poco honestos para lograr éxitos televisivos a costa de lo que sea. Y obviamente el pueblo que lo ve, porque sin los puntos de raiting que tiene el programa no sería nada para los anunciantes y por ende, no sería negocio. Un círculo vicioso del cual México, sus televisoras y los televidentes no pueden salir desde hace décadas.
El que ahora Bozzo se ponga como una de las “desgraciadas” que actúan en su programa tiene una lógica y es el hecho de que encontró en Aristegui –por lo que representa en la escena nacional- la contraparte perfecta para legitimar sus “acciones humanitarias” en Guerrero.
Porque no hay ningún video, foto o evidencia material que pruebe que la peruana entregó despensas, rescató a personas de pueblos alejados o brindó asistencia médica a los necesitados.
No hay ninguna imagen ni de su producción ni de videos ciudadanos, donde se vean las despensas o la ayuda. Es por eso que ahora quiere tener el derecho de réplica en un espacio como el de Aristegui para ganar legitimidad y tratar de demostrar que sí ayudó y que todo lo que hemos visto –tanto en medios de comunicación como en redes sociales- es falso. Y no porque le importe lo que la gente piense de ella, sino porque eso la va a volver más popular y por ende más poderosa.
Nada más eso nos faltaba, una telenovela mediática al estilo Bozzo y Televisa justo cuando el país está en medio de un desastre material y humanitario de dimensiones insospechadas. Estamos hundidos –ahora es literal y no una metáfora- en el lodo y sale una conductora peruana a tratar de demostrar su “honestidad, honradez y sus altos valores éticos”.
Que se acabe pronto este ridículo de la “desgraciada” y a seguir donando para ayudar, que todavía falta muchísimo por resolver en Guerrero y los otros estados afectados…
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