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El 26 de abril de 1986, el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl (Ucrania) estalló, provocando uno de los accidentes nucleares más importantes de la Historia reciente, además de lo sucedido en Fukushima en 2011. La tragedia de Chernobyl cumple hoy 27 años, y es importante preguntarse qué hemos aprendido en estos años, y con qué herramientas podemos afrontar el futuro.
El accidente de Chernobyl nos hizo mirar con respeto a la energía nuclear, pero no debemos encarar estos problemas gravísimos, provocados en parte por la falta de trasparencia, con miedo hacia todo el sector nuclear.
Así lo entiende la propia NASA, que hace unos días dio a conocer los resultados de un estudio, en el que afirmaba que la energía nuclear había salvado más vidas que los fallecimientos que había causado por desastres nucleares. El uso de este tipo de energía frente a los combustibles fósiles, de acuerdo a este análisis, habría evitado la muerte de miles de personas.
En particular, si sustituyéramos la energía nuclear por gas hasta 2050, la NASA estimó que se producirían alrededor de 420.000 fallecimientos más. Si usáramos carbón como combustible, mucho más contaminante que otras opciones, el número de muertes llegaría incluso a los 7 millones de personas. Por tanto, no se trata de aborrecer la energía nuclear por los accidentes que hayan ocurrido, que han sido gravísimos, y de los que tenemos que tomar nota. Necesitamos "prevenir antes que curar", y poner de manifiesto que las medidas de seguridad son imprescindibles.
En este sentido, hace unas semanas el Pentágono de Estados Unidos anunciaba que continuaba las investigaciones para desarrollar nuevas tecnologías de detección de radiación nuclear. Entre los dispositivos con los que contamos actualmente, se encuentran los teléfonos desarrollados en la Universidad Purdue, de India, que buscan crear una red móvil de detección de trazas de radiación (por pequeñas que sean), acoplando sensores de radiactividad a los teléfonos.
El problema habitual de los sensores nucleares es el alto coste económico que conlleva producirlos. Sin embargo, la introducción de la nanotecnología en la investigación militar y preventiva podría hacer frente a estos problemas. Para ello, investigadores de la Universidad de Nevada consiguieron nanopartículas capaces de ser "sembradas" en diversos materiales plásticos, con el fin de actuar como minisensores ante cualquier mínimo nivel de radiactividad que pudieran encontrar.
En Estados Unidos este año se destinarán entre 400.000 y 6 millones de dólares para buscar estrategias de prevención y detección de problemas nucleares. Por su parte, la Unión Europea firmó en 2010 un acuerdo por el que promoverían iniciativas de prevención y detección de radiactividad con un programa económico de 10 millones de euros. En Mexico también existe una preocupación importante sobre la seguridad nuclear, por ello cada vez se requieren más profesionales para este sector.
Iniciativas que ayudan, sin duda, a mirar con menos recelo a la producción de energía nuclear. Garantizar la seguridad y prevenir cualquier problema de radiactividad ha de ser una obligación fundamental de gobiernos e industria, para evitar un nuevo Chernobyl.
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