Antonio Quiroz. La reforma laboral ya fue aprobada en lo general por ambas cámaras legislativas. Fueron apenas ocho artículos en materia de democracia sindical, introducidos en la minuta por los senadores de la república, los que hicieron retornar a San Lázaro la discusión por la aprobación de la reforma calderonista.
La realidad es que dos votaciones rápidas bastan para echar a andar la máquina del tiempo, y con eso de que los legisladores gustan de trabajar durante los partidos de la selección mexicana de fútbol varonil, los empresarios amigos del régimen sólo esperan la hora en la que puedan destapar el champagne.
Abaratar la mano de obra mexicana es, dicen los legisladores priistas, indispensable para el desarrollo social del país. En cambio, hacer que los líderes sindicales sean elegidos democráticamente, sostienen, es una idea casi dictatorial. Bizarro sería que éstas torcidas interpretaciones de la realidad vinieran de funcionarios públicos electos a través del voto libre y secreto de los ciudadanos, pero ese, claro está, no es el caso de México.
El paladín antinarcóticos mundial es también el regente de muchos cárteles de la droga. La narcoviolencia en los países iberoamericanos se reduce a una lucha entre agrupaciones delictivas afines al gobierno estadounidense y bandos delincuenciales “independientes” por el control de rutas comerciales hacia Estados Unidos. El control absoluto del mercado de las sustancias ilegales es el fin último de la potencia americana, el límite de acribillados extranjeros necesarios para lograrlo no existirá mientras su industria armamentista continúe en apogeo.
Al final, más devastadora ha sido la dictadura del Tío Sam sobre las naciones latinoamericanas que el huracán Sandy en las costas este de Estados Unidos.
“Ejemplar”, describe acertadamente Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública (SSP) federal, al sistema penitenciario mexicano. Cárceles de las que bandidos de poca monta salen como sanguinarios sicarios son muestras de un modelo carcelario fallido.
—Sigo sin creer que las tradiciones centenarias nuestros antepasados indígenas estén siendo opacadas por festividades anglosajonas burdas adquiridas por la sumisión a los gringos.
—Al menos déjalos creer por un día que a lo que hay que temerle es a entes fantasmales o a seres amorfos hambrientos de vísceras humanas. Además, para días de muertos tenemos el resto del año.
Una vez ya aprobadas la reformas laboral y energética y hechos los acuerdos de explotación del subsuelo mexicano con la iniciativa privada, ¿cuánto tardarán los funcionarios electos en renombrar a los Estados Unidos Mexicanos como Confederación Obrera Norteamericana?
La realidad es que dos votaciones rápidas bastan para echar a andar la máquina del tiempo, y con eso de que los legisladores gustan de trabajar durante los partidos de la selección mexicana de fútbol varonil, los empresarios amigos del régimen sólo esperan la hora en la que puedan destapar el champagne.
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Abaratar la mano de obra mexicana es, dicen los legisladores priistas, indispensable para el desarrollo social del país. En cambio, hacer que los líderes sindicales sean elegidos democráticamente, sostienen, es una idea casi dictatorial. Bizarro sería que éstas torcidas interpretaciones de la realidad vinieran de funcionarios públicos electos a través del voto libre y secreto de los ciudadanos, pero ese, claro está, no es el caso de México.
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El paladín antinarcóticos mundial es también el regente de muchos cárteles de la droga. La narcoviolencia en los países iberoamericanos se reduce a una lucha entre agrupaciones delictivas afines al gobierno estadounidense y bandos delincuenciales “independientes” por el control de rutas comerciales hacia Estados Unidos. El control absoluto del mercado de las sustancias ilegales es el fin último de la potencia americana, el límite de acribillados extranjeros necesarios para lograrlo no existirá mientras su industria armamentista continúe en apogeo.
Al final, más devastadora ha sido la dictadura del Tío Sam sobre las naciones latinoamericanas que el huracán Sandy en las costas este de Estados Unidos.
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“Ejemplar”, describe acertadamente Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública (SSP) federal, al sistema penitenciario mexicano. Cárceles de las que bandidos de poca monta salen como sanguinarios sicarios son muestras de un modelo carcelario fallido.
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—Sigo sin creer que las tradiciones centenarias nuestros antepasados indígenas estén siendo opacadas por festividades anglosajonas burdas adquiridas por la sumisión a los gringos.
—Al menos déjalos creer por un día que a lo que hay que temerle es a entes fantasmales o a seres amorfos hambrientos de vísceras humanas. Además, para días de muertos tenemos el resto del año.
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Una vez ya aprobadas la reformas laboral y energética y hechos los acuerdos de explotación del subsuelo mexicano con la iniciativa privada, ¿cuánto tardarán los funcionarios electos en renombrar a los Estados Unidos Mexicanos como Confederación Obrera Norteamericana?
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