Claroscuros | Luis Ignacio Sánchez
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Es innegable que las cosas en México
no andan bien. De hecho, puede incluso afirmarse que andan muy mal.
Evidentemente no es una percepción con la que concuerden muchas personas, en
especial aquellas pertenecientes a las clases acomodadas, así como algunos de los
miembros de la cada vez más rara y castigada clase media (o clase baja alta, como se mencionó alguna
vez en la columna de Enrique Galván Ochoa).
La situación por la que atraviesa
nuestro país no es bajo ningún concepto halagüeña. A los problemas económicos
internos —crónicos desde hace un par de décadas, por decir lo menos— fomentados
por la rampante corrupción de nuestra clase política, hay que añadirle las
crisis internacionales que amenazan con fulminar el poder adquisitivo del
mexicano promedio. La falta de empleo obliga a miles a tratar de cruzar la
frontera que nos separa con Estados Unidos con la esperanza de encontrar
mejores salarios y un nivel de vida más digno; en lugar de sueños realizados
encuentran rechazo, discriminación, peligros y hasta la muerte. La inseguridad
y el permanente cuasi estado de sitio que viven algunas regiones mexicanas no
mejoran las perspectivas. Con 50 mil muertos y contando, la guerra contra el
crimen organizado ha resultado un fracaso en varios sentidos. Las desapariciones
forzadas, las ejecuciones extrajudiciales y la virtual impunidad con que actúan
las fuerzas armadas en su lucha contra las bandas delincuenciales han creado en
la sociedad mexicana una concepción del ejército que inclina el lado negativo
de la balanza, cuando lo sensato sería que ocurriera de manera inversa. Los
continuos escándalos de componendas, corruptelas y demás desviaciones de la
virtud republicana que debería de caracterizar a nuestros políticos, son
factores que aumentan —si esto es posible— el descontento de la población en
general, pues no se entiende que en un país de casi 110 millones de personas,
50 millones, prácticamente el 50%, se encuentre en estado de “pobreza” e
“inseguridad alimentaria”, mientras que la clase política llena sus arcas del
tesoro de la nación.
Todos los factores anteriores y muchos
más aun han provocado diversas reacciones en la sociedad. Desde críticas en los
medios tradicionales de comunicación, hasta verdaderos movimientos de
indignación organizados desde las redes sociales y, más drásticamente, grupos
que proponen la desobediencia civil o hasta la acción armada directa.
Este es el caso de un grupo u
organización que ha hecho circular mediante correo electrónica una carta
titulada Ni Peña, ni Peje, ni Pina, queremos
las cabezas de los políticos. Aquel que de lectura a dicha carta podrá darse cuenta, desde
la primera frase, del medio violento por el cual trata de llegar a su objetivo,
pues a la letra dice: “Llamamos a la violencia CONTRA la políticos, los
partidos, los sindicatos que han alimentado la impunidad y la corrupción en
México”. De hecho, a medida que uno va leyendo la carta, se va vislumbrando que
el verdadero objetivo de la persona o personas que escribieron esto es la clase
política, pues invita al ciudadano común y corriente a armarse y, literalmente,
menciona que la solución a los problemas del país es la de “eliminar a políticos de primer nivel desde
1990. Eliminemos estas ridículas minorías. (Diputados federales, senadores,
gobernadores, presidentes, presidentes municipales de capitales estatales,
cabezas de organismos públicos, secretarios de gabinete y otros). Hay más de 6
mil blancos de malos políticos y funcionarios de alto nivel hechos en los
últimos 20 años. Este cáncer político necesita cirugía, una noche de cuchillos
largos, porque se clonan y reproducen EN COALICIONES y júniores QUE meten a la
política”.
Es curioso que se haga
alusión a un suceso como el de la noche
de los cuchillos largos, pues denota cierta cultura aun cuando en diversas
partes la carta presente una serie de errores de todo tipo. Pero más
importante, invita a llevar a cabo una purga, es decir, la desaparición
indiscriminada de todos aquellos que representan una idea o grupo, en este
caso, a todos los políticos de alto nivel.
Si bien es cierto que la
gran mayoría de los mexicanos desearía poder desquitarse de las corruptelas y
malos manejos de políticos sin escrúpulos que solo buscan enriquecerse (y yo me
sumo), también creo que es cierto que pocas personas atentarían contra la vida
de otro ser humano. En todo caso, buscarían que la justicia se hiciera efectiva
y encarcelara a aquellos que, abusando de la confianza del electorado y del
elevado puesto en el que gracias al pueblo fue puesto, se benefició y obtuvo
ganancias de ello.
Los autores de la carta apelan a la
serie de factores que ya he mencionado al principio de este texto: corrupción,
inseguridad, clientelismo, etc. Lo raro es que está firmada por un grupo
autodenominado Comando Regeneración Zeta,
que, evidentemente, está ligado a uno de los cárteles más violentos y poderosos
que en estos momentos mantiene en jaque a buena parte del
país. Luego entonces, un intento de su parte por introducir un sentimiento
incendiario en el ánimo social sería para ellos de lo más conveniente. Eso,
claro, de ser ellos los autores de dicha misiva, pues bien puede tratarse de
una broma de mal gusto por algún ocioso usuario de internet.
Como sea, un documento, burdo e
irresponsable como este nos obliga a plantearnos una que otra interrogante. Las
mías son la siguientes: ¿Estamos entonces ante una organización que trata de
aprovecharse del hartazgo popular para lograr sus fines, o simplemente es una
pieza más de información lanzada al inmenso océano cibernético en busca y
espera de adeptos? ¿Es una broma de mal gusto escrita en un momento de ocio por
un perfecto desconocido? En lo personal, espero resulte ser esto último, la
violencia lo único que generaría es un caos aun mayor del que ya se vive y,
lejos de mejorar las condiciones de la gente, la hundiría en una incertidumbre
aun mayor al cancelarse los programas sociales y demás apoyos del gobierno.
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