Claroscuros | Luis Ignacio Sánchez
Bastaron apenas unos minutos para que la sólida figura mediática que Enrique Peña Nieto ha venido construyendo durante meses —incluso años— se desmoronara ante el más inocente de los cuestionamientos ¿Qué libros o autores han marcado su vida? Pregunta a la que trató de dar respuesta con escaso éxito. Ante su incapacidad por recordar los títulos completos de las obras que lo han influenciado —así como de adjudicar erróneamente ciertos libros a autores que no los habían escrito—, Peña Nieto optó por apelar al conocimiento del público: “Aquí hay quienes leen más”, dijo, a lo que algunos asistentes respondieron con sendas carcajadas y otros, de buena fe, respondieron tratando de susurrar los nombres de los autores que el empantanado precandidato presidencial del PRI no podía recordar.
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Bastaron apenas unos minutos para que la sólida figura mediática que Enrique Peña Nieto ha venido construyendo durante meses —incluso años— se desmoronara ante el más inocente de los cuestionamientos ¿Qué libros o autores han marcado su vida? Pregunta a la que trató de dar respuesta con escaso éxito. Ante su incapacidad por recordar los títulos completos de las obras que lo han influenciado —así como de adjudicar erróneamente ciertos libros a autores que no los habían escrito—, Peña Nieto optó por apelar al conocimiento del público: “Aquí hay quienes leen más”, dijo, a lo que algunos asistentes respondieron con sendas carcajadas y otros, de buena fe, respondieron tratando de susurrar los nombres de los autores que el empantanado precandidato presidencial del PRI no podía recordar.
Resulta pasmosamente
inconcebible que, invitado en el marco de una de las ferias culturales y
literarias más grande y famosa del planeta, los asesores del político
mexiquense no le hubiesen pasado —antes de la conferencia en la que, por
cierto, se presentaba un libro de su “autoría”— algunas tarjetas con
referencias bibliográficas que pudieran auxiliar a Peña ante uno de los
cuestionamientos que se antojaban más que obligatorios, tomando en cuenta el
lugar en el que se encontraba. Más aún, resulta increíble que el mismo ex
gobernador del estado de México no hubiese tenido un poco de sentido común como
para no prepararse ante un público que, eminentemente lector, por fuerza dispararía
alguna pregunta de corte literario y/o cultural.
El desliz se trascendió
de inmediato y en poco tiempo las redes sociales se vieron inundadas por miles
de referencias y comentarios —algunos afortunados, otros no tanto— que no
hacían sino poner de relieve el escaso bagaje cultural de quien aspira, por
parte del PRI, a gobernar los destinos de la nación a partir del próximo año.
El asunto se tornó aún más polémico cuando el “Trending Topic”
#LibreríaPeñaNieto desapareció de la lista de Twitter, lo que ocasionó que más
de un twittero señalara al PRI y al mismo Peña Nieto de haber sido los
causantes de dicha irregularidad, acusando, desde luego, censura por parte de
instancias “más elevadas”, y hasta por parte de la misma empresa de microblogging
[fuente].
Si los golpes ya
habían sido duros y tupidos desde los deslices en la FIL de Guadalajara, el
asunto se puso aún peor cuando entró en escena la hija del precandidato
tricolor. Paulina Peña se dirigió así, mediante su cuenta de twitter, a quienes
criticaban a su padre: “Un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte
de la prole y solo critican a quien envidian”, mensaje que ya antes había
escrito su novio (@JojoTorre) y de quien lo tomó para difundirlo en la red
social. Esto encendió aún más los ánimos entre los internautas, quienes
comentaron indignados sobre la forma clasista y discriminatoria de expresarse
de Paulina y su pareja.
Todo lo anterior
probablemente no quede —después de un tiempo— más que como una divertida
anécdota sobre las incapacidades intelectuales de buena parte de nuestra clase
política. Sin embargo es preocupante que personajes tan encumbrados y con
aspiraciones tan altas —como es el caso de Peña Nieto compitiendo por la silla presidencial—
sean víctimas de una ignorancia tal que no puedan mencionar (aunque no los
hayan marcado profundamente) tres libros y sus respectivos autores.
Más alarmante aún es
el hecho de que sus propios correligionarios de partido afirmen que tales privaciones
culturales carezcan de importancia. El diputado priista Sami David David dijo
que era algo que “le podía pasar a cualquiera” y que era una cuestión
intrascendente. El también diputado Arturo Zamora, que estuvo presente en la
conferencia de Enrique Peña, de plano se desmarcó, alegando que se encontraba
atendiendo otros asuntos y que no había escuchado lo dicho por su colega de
partido, por lo que le era imposible emitir una declaración [fuente].
El asunto no carece
de gravedad. Los políticos se han erigido en una clase apartada de la sociedad
y desprovista de cualquier respeto hacia los elementos que la componen. Tal
parece que por el hecho de haber sido designado candidato presidencial y haber
ocupado el puesto de gobernador, Peña Nieto deba encontrarse excluido (y todos
los demás políticos del mismo estilo) de ciertas y elementales nociones culturales,
pues parece ser que en su papel de mandatario de poco podrían servirle las
minucias literarias y culturares que conforman a la sociedad que aspira
gobernar o, dicho con las palabras de Paulina, su hija, del “prole” sobre el
que desea mandar.
Bien lo afirmó Cicerón en su máxima Historia
magistra vitae, la historia es la maestra de la vida, y aquel que pretenda
gobernar a toda una nación, lo menos que puede hacer es conocer su historia,
repasar sus penas y sus glorias y, desde luego, leer al menos tres libros. Como
bien lo dijo el perredista Mauricio Toledo: “Estamos ante el inusitado caso de
un hombre que ha ‘escrito’ más libros de los que ha leído”.
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