Los costos de un pacto con el crimen


Claroscuros | Luis Ignacio Sánchez

Esta semana (el martes pasado, para ser precisos) el ex presidente de México, Vicente Fox Quesada, volvió a externar una de sus opiniones más criticadas con relación al actual estado de inseguridad que vive el país: el pacto con el crimen organizado.

La “burrada” —como se toma casi cualquier cosa sobre la que se pronuncie Fox— fue ampliamente comentada en las redes sociales y en los tradicionales medios de comunicación, toda vez que apenas unos días antes a dicha declaración, el presidente Felipe Calderón acusó a ciertos militantes del Partido Revolucionario Institucional de desear pactar con los capos de la droga con el fin de solventar la situación de violencia que se vive en ciertos estados. Tal es el caso del ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo, quien admitió que los presidentes priistas pactaban acuerdos con los cárteles para evitar crisis de violencia como la que se vive hoy, originada por el rompimiento de dichos acuerdos durante la transición del poder en el año 2000 con la victoria del Partido Acción Nacional.

Sin embargo cabe la pregunta ¿es realmente el pacto con el crimen una mala solución para la sociedad mexicana? En primer lugar es probable que ni siquiera deba hablarse de pacto, pues dicha acepción otorgaría a los miembros de las organizaciones delictivas un estatus de igualdad ante la autoridad que evidentemente no tienen por su misma naturaleza transgresora del orden establecido. Con base a lo anterior, una negociación como la que propone Fox —en la que se contemplan representantes y testigos— quedaría totalmente fuera de lugar pues, ¿de qué forma se darían dichas platicas? ¿se podría confiar en la honorabilidad de grupos que se dedican a romper las normas de convivencia? Y como cuestiona el caricaturista Magú en tono de chiste pero que sin duda es una cuestión que tendría que tenerse en cuenta ¿se hará una cumbre de capos para firmar pactos ante testigos internacionales? Evidentemente eso no sería posible y, por tanto el pacto y la negociación no parecen caminos practicables.

Más correcto sería ofrecer un “indulto” a los criminales, pues por un lado dicho término no libera a los delincuentes de sus responsabilidades ante la ley y, por otro, la autoridad retiene toda su capacidad legal para castigar los crímenes según convenga a lo estipulado por ella misma y, desde luego, otorgar “perdones” a cambio de cooperación.

Hablo del indulto porque en diversas etapas de la historia de México—lo que da idea de lo convulsa que ha sido— se ha hecho uso del mismo como un recurso para acallar rebeliones, levantamientos y demás movimientos de índole violenta sin el uso (porque no se quiere o no se puede) generalizado de las armas.

Así por ejemplo, en los primeros años de la lucha por la independencia, el comandante de las tropas realistas, Félix María Calleja recurrió al indulto —aunque no sin antes ejecutar algunos rebeldes— para pacificar los diversos pueblos que habían caído en manos de los insurgentes o que los apoyaban de alguna forma.

Durante todo el siglo XIX (debido a los continuos levantamientos) los diversos gobiernos tuvieron que recurrir a dicha medida para pacificar a aquellos combatientes de facciones contrarias que, aunque ya no tenían capacidad como para poner en riesgo a la administración en turno, sí causaban muchos problemas a nivel local al trastornar el orden y, con él, otras ramas productivas, como el comercio, la industria y la agricultura.

Cuando Porfirio Díaz llegó al poder y se dio cuenta del enorme problema que significaba el bandolerismo para la paz y el progreso que se proponía imponer, y al ver que sería inútil enviar su raquítico ejército y débil policía en persecución de un enemigo escurridizo, fue que se decidió por el empleo del indulto. De esta manera, los bandidos no sólo lograron evitar sufrir las penas que por ley les correspondían, sino que en muchas ocasiones estos mismos delincuentes fueron reclutados por las fuerzas del orden para que las dotaran de información sobre el escondite, caminos usados y formas de operar de aquellos bandidos que se hubiesen mantenido en su deseo de seguir delinquiendo. Incluso se ha mencionado que ex miembros de estas bandas de asaltantes terminaron formando parte de las corporaciones policiacas del Porfiriato, como la conocida y temida Policía Rural (apodados Los Rurales), encargada especialmente de combatir la delincuencia en las zonas rurales de México —que en esa época no eran escasas.

En los ejemplos anteriores, el indulto tuvo efectos positivos a corto y mediano plazo, pues la violencia acababa casi de manera espontánea y los indultados incluso terminaban ayudando a las fuerzas del orden para capturar y castigar a aquellos rebeldes que no hubiesen hecho caso a los ofrecimientos del gobierno. El problema viene al largo plazo, pues el indulto es precisamente una forma de pacto que reproduce la corrupción al interior de las instituciones. El ejemplo más elocuente sería el de permitir que dichos elementos delincuenciales funjan como miembros de la policía, lo que ocasionaría que tal institución poco a poco perdiera su cohesión como grupo al minar la moral de sus efectivos con la entrada de individuos de dudosa honorabilidad, produciendo de esta forma una escasa efectividad de dicho cuerpo.

De esta manera, aunque el pacto que propone Fox parezca deseable (a la luz de los hechos históricos enlistados) como una opción para resolver el problema de inseguridad de forma más o menos rápida, no debe perderse de vista que dicha medida no atacaría el problema de raíz y que, incluso, aumentaría el nivel de corrupción al interior de la instituciones lo que a la larga provocaría una nueva crisis de violencia, probablemente más cruenta que la que se vive actualmente.

La solución, entonces (y a juicio de un servidor) estriba en una serie de factores tales como el mejoramiento de las políticas públicas y sociales, la creación de empleo, el castigo a la corrupción, mejoras en la procuración de justicia y, por supuesto, en la atención a la educación, tanto de la ciudadanía en general como de los miembros de las fuerzas del orden y de los funcionarios públicos, temas de los que espero poder hablar en próximas participaciones en este mismo espacio.


Página personal del autor: www.ignativss.wordpress.com






Comentarios