A la defensa de lo indefendible


                            Después de las fuertes reflexiones que los intelectuales: Mario Vargas Llosa y Enrique Krauze hicieran sobre la situación que impera en México respecto de la incompleta y mal planteada guerra contra el narcotráfico y; en general, de las fallidas administraciones panistas en lo últimos dos sexenios, con la fatídica consecuencia del regreso cínico al poder del PRI, salen los personajes de ambos partidos a rasgarse las vestiduras.

Unos ofendidos por ser señalados como responsables del fracaso de la Democracia y el avance que se suponía vendría con ésta, quieren a toda costa soltar una explicación, la que sea, con el único propósito de desestimar la verdad que se sostiene por si sola y que no obstante los intentos por ocupar rápido los espacios en los medios de comunicación para hacer un control de daños sobre lo manifestado por los intelectuales, no podrá cambiar el sentimiento de millones que ya pensaban así, antes de lo declarado y que tendrán a bien, cobrárselo en las urnas.

Otros ofendidos porque no quieren que nadie les estropee la fiesta, sienten tan cerca el día en que regresarán al poder (no por los aciertos propios, sino por los yerros del de enfrente) que quieren meter debajo de la alfombra la suciedad que guarda su casa por décadas, para aparentar que todo está bien y que ya cambiaron. Para que todo mundo lo crea, hasta abrazos se dan en pos de la “unidad”.

Ambos, defienden lo indefendible.

Está claro que no reaccionarían de forma contraria, el área de confort en la que se encuentran los grupos que dominan esos partidos, los abusos que se cometen desde su posición impune, las ganancias (con retorno) que le generan a sus cómplices en las esferas empresariales, sindicales, quizá delincuenciales y todos los privilegios de los que gozan, bien valen para poner la cara y decir cualquier obscenidad, verse envilecidos no es problema para ellos, la vergüenza no existe en su diccionario.

Dado que la humildad no es virtud de los políticos y que la crítica, autocrítica y disposición para el reconocimiento de los errores y de la aceptación de un pasado que sigue presente en nuestra cotidianeidad y que nos lástima, no se les da, me quedo con una frase expresada por Enrique Krauze precisamente ahí, en el marco de la celebración del décimo aniversario de la edición española de la revista Letras Libres en su charla con Vargas Llosa, y que ha sido parte de la polémica:

“México está condenado a tener cada cien años, una revolución violenta”

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