Si
bien es importante aceptar que en la mayoría de los países está pasando o está
por pasar, no debemos tomarlo como consuelo, los mexicanos nuevamente estamos
bajo la amenaza de ser golpeados por una crisis probablemente aun más
devastadora que la derivada de 2009 y eso es lo que nos debe ocupar.
En
los últimos días hemos presenciado angustiosamente el aumento en el precio del dólar
norteamericano y las consecuencias que esto trae a la economía familiar.
Quizá
haya algún economista que quiera explicar esto como normal y restarle pánico a
la noticia del desplome de nuestra divisa; sin embargo, poco o nada importa
para los de a pie, que se envíen señales de tranquilidad a los inversionistas
nacionales y extranjeros desde nuestras instituciones financieras, puesto que
en muchísimos casos, documentados, simplemente el dinero ya no alcanza a las
familias.
Desde
Europa nos llegan los golpes de una administración mal llevada por países que
se suponía actuaban con responsabilidad, ahora vemos que no. Entre otras cosas,
el problema del que todavía no se ve salida, es consecuencia de pretender tener
naciones muy orientadas al apoyo económico directo hacia los sectores de la
población que más lo necesitan, y asistir en todo lo necesario a los ciudadanos
para que estén contentos, bien alimentados, con servicios de calidad, entretenimiento,
vivienda digna, etc. No obstante lo noble de la causa, el gasto en estos rubros
ha sido desmedido y el caso es que pareciera que nosotros también fuimos
responsables de su dispendio, puesto que la habremos de pagar tarde o temprano.
Es
la manera en que está diseñada la tan famosa globalización (dirán algunos) y
sí, pero lo paradójico es que México, y me atrevo a decir que la mayor parte de
naciones que conforman Latinoamérica, se ha caracterizado por ser una región en
el extremo opuesto al de las naciones de la Europa “próspera”. Aquí, los
gobiernos no han tenido el mínimo de vergüenza para evidenciar abiertamente el
abandono y desprecio con el que han tratado a sus gobernados y expuesto a crisis
cíclicas a lo largo de muchas décadas.
Tristemente
vemos, que la irresponsabilidad de los países latinoamericanos, llegó más allá
de sólo maltratar en todo sentido a sus pueblos; no fueron capaces de ver el
error de endeudarse, adquirir deuda y/o invertir en países que sólo creaban una
burbuja que inevitablemente explotaría, como Estados Unidos y las naciones que
conforman la Unión Económica Europea que ahora están sumidos en esa profunda
crisis que nos arrastra.
Este
era el momento de balancear las cosas, de aprender de los errores de otro y
tratar de mejorar las condiciones de vida en nuestros propios países. Pero no,
los platos rotos también los estamos pagando nosotros, por si algo nos faltaba.
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