Promesas de campaña







Pasa el tiempo irremediablemente y los mexicanos no podremos sacarle la vuelta a sufrir las campañas electorales por la presidencia de la república para 2012. Del hartazgo que padecimos por la hegemonía priista durante tantos años, pasamos al hartazgo de una Democracia inmadura, desordenada y secuestrada por gremios de cualquier naturaleza.

Independientemente de quien resulte ganador, la experiencia nos dice que habrá que tener miedo de la relación que hay entre las promesas de campaña de todos los candidatos y el ejercicio real del poder a la hora de ser presidente. Los verdaderos intereses y limitaciones de quienes aspiran a la silla del águila sólo podrán ser descubiertos hasta que se posen en ella.

En el caso de Fox el año 2000 y sin restarle méritos a los logros en materia de libertad de expresión y algunos rubros económicos, la esperanza del mexicano estaba fundada en muchas frases que durante su campaña eran traducidas como promesas: a los políticos y funcionarios corruptos del viejo régimen -al menos los más representativos- se les aplicaría la ley por los abusos cometidos durante tantos años.

No pasó nada. México esperaba la reivindicación -que no venganza- por parte de quien debió mostrar mucha más gratitud hacia el pueblo que hizo posible la hazaña de sacar al PRI de la presidencia. De pronto para muchos dio la impresión que las riendas del país estaban manejadas por un chiflado o por lo menos, por alguien a quien realmente no le interesaba mucho lo que pasaba fuera de las cabañas que mandó construir en los Pinos para beneplácito propio y el de su esposa.

Para 2005, el país aun creía que era cuestión de tiempo, de confianza en los nuevos gobernantes. Probablemente muchos mexicanos de las clases bajas y medias, dejaron atrás el deseo de ver a los personajes del antiguo régimen tras las rejas y miraron hacia adelante, querían prosperidad. Y llegó Calderón.

Prometió empleo, lo machacó una y otra vez, ¡ese fue su lema de campaña! Frente a él, tenía a un contrincante -AMLO- que no obstante estaba muy bien posicionado, se aisló pensando que las tenía todas consigo, pecó de arrogancia y fundó su campaña en la polarización y el rencor; digan lo que digan sus correligionarios, no a todos gustaba la idea de estar enfrentados entre mexicanos todo el tiempo sólo para obsequiarle el poder a un ambicioso. El tabasqueño se quedó al margen.

Y “haiga sido como haiga sido”, Calderón ganó la presidencia y lejos de sus promesas de campaña, nos dio otra cosa: guerra y sangre. Nunca nos lo advirtió, probablemente nunca lo pensó y sólo lo hizo para legitimar su débil asunción al poder presidencial y miren a dónde nos llevó. Recursos que debieron haber sido destinados a rubros muy importantes como salud, educación, vivienda, combate a la corrupción, GENERACIÓN DE EMPLEOS e infraestructura fueron a parar a una guerra que no tiene fin ni solución posible en la estrategia planteada por él. El problema es multifactorial, no es sólo cuestión de balas.

Al inicio del próximo sexenio veremos seguramente un repliegue de las fuerzas armadas y el replanteamiento o desaparición de la estrategia calderonista ya que los intereses serán otros. Los argumentos bélicos de Calderón no tendrán validez y su influencia, obviamente será nula. Todo se irá a la basura, sólo habrá sido pirotecnia sexenal.

Entonces vendrán nuevas promesas y con ellas, intenciones ocultas y presiones ineludibles. Es por eso que la incertidumbre me atrapa en estos días, ¿qué van a prometer los candidatos? Y ¿qué van a hacer en realidad cuando uno de ellos llegue al final del camino?

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