Se antoja demasiado forzado el anuncio de La Agencia de Calificación Fitch, dado a conocer ayer sobre la situación de riesgo/confianza hacia la economía norteamericana, situándola en triple A.
En primer lugar, el daño causado por la agencia Standard & Poors hace unas semanas tanto a la administración Obama, como a la economía de ese país y con ello, a muchas otras en el mundo, es difícil que tenga una vuelta atrás, los mercados ya reaccionaron y el efecto es en cascada.
Esto más bien parece un intento desesperado por los operadores de la Casa Blanca por taparle el ojo al macho. Patadas de ahogado.
Probablemente todo sea un golpeteo político entre la derecha recalcitrante y racista de los estadounidenses y la derecha más liberal que apoya al primer gobierno dirigido por un hombre de color, pero palo dado, ni Dios lo quita.
Para fines prácticos, el egoísmo y odio de las esferas conservadoras del vecino país, se llevaron entre las patas a propios y extraños y como consecuencia tendremos una desaceleración económica y en algunos casos por qué no decirlo, aun más miseria.
Y es que esa es la vorágine en la que estamos metidos desde hace mucho: unos cuantos deciden sobre la vida y prosperidad del resto de los mortales.
Ni la modernidad tecnológica y de pensamiento, ni la progresiva independencia psicológica de las ideas religiosas que forman parte del control de masas, han hecho posible el empoderamiento de los ciudadanos en las diferentes sociedades de los denominados “países libres”.
El poder se sigue concentrando en pocas manos y son ellas las que mueven los hilos del destino de la humanidad, sin darnos cuenta que la simple voluntad organizada de los ciudadanos, podría borrar súbitamente la ferocidad con la que los poderosos controlan nuestras vidas.
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