Para muchos dentro y fuera del PRI, la salida de su líder Humberto Moreira, no sólo es necesaria, sino inminente. Después de lo ventilado por sus contrapartes panistas, en sentido del endeudamiento escandaloso por parte del Gobierno de Saltillo durante su gestión como gobernador del mismo y bajo la sospecha de haber impuesto a su hermano como sucesor, precisamente para que cuidara sus espaldas, la situación parece insostenible.
Lo triste del caso, es que la preocupación dentro de su partido es el daño a la imagen de un PRI nuevo y renovado que, de acuerdo a las últimas encuestas, sigue encabezando las preferencias electorales para recuperar la presidencia en 2012. No veo por ningún lado declaraciones de prominentes priistas en sentido que deban ser revisadas las cuentas de su correligionario y en caso de comprobarse un delito, se sujete a debido proceso. Es decir, que estén verdaderamente comprometidos con la transparencia y honestidad.
Por el otro lado, tenemos a los acusadores panistas, que amagan rabiosamente, pero que en el fondo buscan disminuir la ventaja a la que aludí en el párrafo anterior; es decir, si bien no les caería nada mal verlo tras las rejas, su fin principal es el electoral, no la justicia.
Desde mi óptica, se vislumbra algo similar al caso Bejarano, que habiendo sido filmado en pleno delito, se hizo mucha alharaca, se movieron los hilos necesarios para absolverlo y quedó libre. Durante un tiempo operó en la sombra, pero nunca dejó de ser lo que siempre fue y al cabo de lo que consideró un tiempo razonable, salió con sonrisa de oreja a oreja, como si nada hubiera pasado.
En un periodo electoral tan importante como en el que vivimos, el cargo de presidente de todo partido político es estratégico, entre otras cosas más allá del liderazgo probado del individuo, está el trabajo previo que éste realizo para acumular méritos, compromisos con otros grupos de poder e influencia, operaciones electorales efectivas en otras entidades y quizá también, una buena caja chica para lo que se le ofrezca al candidato a apoyar.
Si no es casualidad que Moreira haya sido elegido para el cargo, independientemente de que por “imagen” se le remueva del mismo, no se irá del todo. Operará bajo la sombra y moverá los hilos que ya tenía en las manos. No sería extraño que en su lugar, se quede una pantalla, pero que el ex gobernador de Coahuila, siga siendo el coordinador de la operación priista rumbo a 2012.
Reitero mi desencanto a lo que seguramente pasará: todo de lo que está siendo acusado, aunque cierto en caso de probarse, no será suficiente para que pague por ello. El asunto es meramente electoral y con ello, se conformarán quienes lo acusan. Es la reedición del caso Bejarano, pero tricolor.
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