Muchos son los que aseguran que Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno capitalino, llegado el momento se hará a un lado para no ser él quien divida a la izquierda en la contienda electoral más importante en ciernes: la presidencial de 2012.
Debido al perfil de AMLO, se antoja difícil, si no imposible, que el tabasqueño haga lo propio si Ebrard fuera quien tuviera la mayoría en las preferencias, hasta ahí estamos de acuerdo.
Sin embargo, nunca debemos de perder de vista que Marcelo, al igual que todos los del gremio, es un político. Para decirlo en términos coloquiales: “No dará brinco sin huarache”.
El capitalino no sólo tiene como interés evitar ser juzgado mal por la historia, antes que eso, está calculando cuánto puede sacar de su posición. Estar segundo en las preferencias al interior del PRD y ligeramente adelante entre la población en general, le da margen de maniobra.
Quedar como conciliador, moderado y solidario a lo que sería la candidatura del tabasqueño, tendrá un precio.
Me imagino (ya lo he sostenido antes), que en el horizonte de Ebrard está el 2018, pero en lo inmediato, seguramente está pensando en una senaduría o algún puesto que le dé aun más visibilidad para no quedar en el olvido durante seis años. Esa es la verdadera prioridad.
El tiempo pasa más rápido de lo que imaginamos y muy pronto quedará resuelta la ecuación. Por lo pronto, lo que veremos de aquí a que se consuma la candidatura de López Obrador, es la estrategia de Ebrard para ubicarse en un lugar en el que no sea desplazado y amarrar la candidatura sin discusiones para 2018.
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