No es necesario narrar los hechos, todo el mundo sabe lo que sucedió la semana pasada en Monterrey. En cualquier situación, cuando ocurre algo tan lamentable, ya sea por fenómenos naturales o por acción directa de las personas, se revisan las circunstancias y se toman las medidas que sean necesarias para que no vuelva a ocurrir.
Después de la tragedia saltaron inmediatamente desde el Gobierno y los medios; unos a defenderse y a buscar justificantes, mientras que otros, daban explicaciones y especulaban con posibles conexiones. El repertorio fue tan amplio, que me quedo con aquellos que expresaron su indignación, impotencia y rabia por ver cómo se nos ha ido el país de las manos.
La verdad es que a la gente poco le importa si se le dice que el narco está enviando un mensaje al dueño de tal o cual lugar para que cumpla con las cuotas, si Calderón dice barbarie o terrorismo o si se avientan la pelota unos a otros. Lo cierto es que el Gobierno en TODOS sus niveles, es incapaz de proteger a la ciudadanía.
La desesperanza llega, cuando se da a conocer la postura de Felipe Calderón: No dará marcha atrás. Nadie niega ni regatea el hecho de la necesidad que hay por combatir a la delincuencia -la venta de drogas hacia Estados Unidos es discutible- pero a los que cometen actos criminales contra los ciudadanos, se les tiene que atrapar.
Sin embargo, el cómo y la efectividad de éste, es donde aun no se ponen de acuerdo ciudadanía y Gobierno. Debo decir que en realidad, el Gobierno de Calderón no se ha querido poner de acuerdo con la óptica ciudadana y con la realidad norteamericana. Sólo sigue lo que; por alguna razón, considera lo correcto sin que importen voces, ideas y consecuencias.
El Presidente, en su mensaje ante lo ocurrido, dio la impresión de rudeza y determinación cuando conminó al Gobierno de los Estados Unidos a detener la venta y tráfico ilegal de armas hacia nuestro país. Pero ¿Dónde están las acciones de nuestras autoridades para frenar este problema? Si se hiciera una labor en el mismo tenor en la que nuestros vecinos han llevado a cabo por décadas en la frontera (hablando de aquí para allá), se podría disminuir el paso de armas a México de allá para acá.
Que yo sepa, no se ha hecho nada para blindar la frontera norte con elementos profesionales, altamente éticos y con la capacitación e inteligencia suficientes para detectar situaciones de este tipo y remediar, en parte, este grave problema. Esperar que los norteamericanos hagan caso de las palabras de Calderón, es pedirle peras al olmo. Todo quedará en palabras y condolencias.
Si tan grande fuera la determinación del Presidente, haber trabajado desde el principio de su sexenio con inteligencia, una bien estructurada y organizada policía, vocación de prevención y regulación transparente, ataque frontal a los recursos financieros de las organizaciones criminales y actos decididos contra la corrupción imperante, la tragedia pudo haber sido menor. Es triste, pero lo que me queda claro, es que después de ver las reacciones por parte de las autoridades, lo más seguro es que una tragedia similar o peor, se repita en el corto plazo.
Lejos de las opiniones y soluciones sugeridas a lo largo del viacrucis que ha representado este sexenio, las autoridades no quieren entender que los ciudadanos lo único que quieren es vivir tranquilos. Drogas o no, armas o no, intereses ocultos o no, todos los niveles de Gobierno han fallado en su principal misión: proteger la integridad de las personas.
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