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Últimamente se han vertido opiniones sobre varias declaraciones de Marcelo Ebrard, en el sentido de que confía en el acuerdo que pactó con López Obrador: realizar dos debates y una encuesta para definir al candidato de las izquierdas.
La mayoría pone a Ebrard en el plano de ingenuo, todos aluden a la terquedad del tabasqueño y al mensaje claro que previamente envió a través de terceros: “Voy a estar en las boletas como candidato de un partido, dos o tres”. Muchos se preguntan: ¿Después de esta sentencia por parte de Andrés Manuel, de verás Marcelo cree que cumplirá? Se tienen muchas razones para formularse esta pregunta, todas ellas, fundadas en la personalidad de Obrador.
Pero, ¿es de verdad tan ingenuo Marcelo? Un factor importante en toda estrategia es la paciencia. Es de todos conocido que frente a Peña Nieto, tanto Ebrard como AMLO están muy por debajo en la intención del voto, se puede decir que la derrota está anunciada. Entonces, probablemente no es del todo cierto que el jefe de Gobierno capitalino quiera entrarle de lleno a esta contienda electoral de 2012, sino a la del 2018.
Si Ebrard se mantiene en actitud conciliadora y manifestando su confianza en que Obrador cumplirá con lo acordado sabiendo que no lo hará, sólo provocará poner en evidencia lo obvio, el daño tan grande que ha resultado el liderazgo de López Obrador para las aspiraciones de los partidos de izquierda y reforzar la mala opinión que tienen de él los mexicanos (las encuestas lo confirman). Es en ese punto donde empezarían a verse recompensados los sacrificios de Marcelo.
Al restarle puntos entre la población en general, que para fines electorales representan más importancia que el circulo cerrado de simpatizantes dentro de los partidos, o en otras palabras, al agregarle negativos al de Macuspana, provocando cifras de vergüenza al final de la elección, lo deja fuera de circulación para el 2018.
Marcelo estaría abonando a la derrota de López Obrador y asegurándose de que la derrota sea de tal magnitud que lo deje sin argumentos.
Poniendo el ejemplo del Edomex, el PRI no sólo necesitaba ganar, sino ganar con un amplísimo margen para cristalizar por fin, las aspiraciones de Peña Nieto sin dejar lugar a dudas dentro de su partido. En el caso de Marcelo, AMLO no sólo tiene que perder, sino terminar en el ridículo electoral para tener libre acceso a la candidatura y apoyo de los suyos en las elecciones de 2018 sin el riesgo de que Obrador tenga la tentación de reeditar lo que ha venido haciendo desde 2006 y de paso, evita enfrentar a un candidato que por si sólo, trae consigo las de ganar.
En un escenario donde se tiene fuera al candidato que cuenta con una abrumadora ventaja -asumiendo que éste ya sería Presidente y que difícilmente surgirá otro igual en seis años- y sacándose de una vez por todas la piedra del zapato que representa López Obrador, tendrá una mayor oportunidad de hacer una campaña con tranquilidad y con posibilidades reales de hacerla muy competitiva.
Parece lógica la actitud de Marcelo de estar trabajando en la dirección de presentarse al final como victima, o por lo menos defraudado, despojado a la mala por el semidiós de sus correligionarios, sobre todo ante la opinión de los electores sin partido. Es entonces y a partir de ahí, cuando comenzaría a construir su candidatura a la presidencia.
Si Marcelo sigue machacando con insistencia que quiere ser presidente en 2012 y asegurando que AMLO honrará los acuerdos, es para que suceda lo contrario y así se consolidará como candidato indiscutible para el 2018. No es ingenuidad, es estrategia.
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