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A finales de la década de los noventa, el sentimiento era más o menos generalizado, una mayoría de los mexicanos en edad de votar quería ejercer de manera contundente el voto anti-PRI. Y lo logró. No se puede negar que organizaciones sindicales, empresariales y de medios, habían dado una especie de visto bueno a esa inquietud y aunado al hecho de que al interior del PRI había división, se consumó el deseo en el año 2000.
Existía el deseo de la alternancia y la idea de explorar los terrenos de la Democracia, probablemente con poca idea, pero con muchas ganas. Hubo cada vez más oportunidades incluso para el PRD de gobernar Estados, el más importante para ellos, el Distrito Federal. Es decir, el regalo de los ciudadanos a partidos y políticos, ahí estuvo, un gran voto de confianza a la oposición.
Para 2006 y a pesar de la polarización en la sociedad, se podría asumir que al menos las organizaciones antes mencionadas, le apostaron a la continuidad o bien, que le dieron una segunda oportunidad al partido en el Gobierno. Los temores y enemistades generados por AMLO, además de una contienda electoral desaseada, hicieron posible que el PAN conservara la presidencia “haiga sido como haiga sido”.
Sin embargo, el gran regalo que la sociedad entregó a los oposicionistas, fue despreciado y malgastado por ellos mismos. Se entregaron a las mieles del poder unos y otros, conservaron viejos vicios del antiguo régimen y aprendieron las artimañas que los priistas habían ejercido por décadas.
Ahora, escuchamos las voces de esos mismos políticos, pidiendo a diestra y siniestra un voto no razonado, sólo anti-priista, sólo por que sí. Creo que se han quedado con la idea de una sociedad ingenua y pasiva. Y sin defender al PRI, creo que por ahí no va la cosa.
Después de lo ocurrido de 2000 para acá, todos los partidos políticos están obligados a convencer al elector, no se trata ya de una urgencia para acabar con un régimen, ni de la creación de bandos izquierda, derecha, centro. Son ellos ahora quienes deberán ofrecernos un regalo, el único que queremos: Un buen Gobierno.
Es menester entonces de los aspirantes a cualquier cargo público, explicarnos a los ciudadanos para qué quieren el poder. Y es indispensable para ellos, entender que los discursos viejos y las frases desgastadas ya no enamoran al electorado, su deber es hablar como profesionales.
El famoso círculo de electores que mueven la balanza en las elecciones, los indecisos, es cada vez más grande y por lo acontecido en las elecciones anteriores, se nota que está esperando ser convencido, ya no vale para ellos el voto a ciegas o por una buena causa. El político que no lo quiera aceptar, que se atenga a las consecuencias.
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