Y ahí están otra vez irrumpiendo en la escena, los politiqueros disfrazados de maestros, envueltos en su luida bandera de justos reclamos que sólo oculta las verdaderas intenciones de manipulación y sometimiento a todo aquel que se atreva a gobernar Oaxaca. Que conste: son políticos, que no maestros.
El mensaje es claro: “Aquí nada más mis chicharrones truenan”. El otro mensaje implícito es: “Me importa un comino el futuro educativo de los Oaxaqueños” Más de un millón de niños sin clases y a merced de los intereses políticos de sus profes. Vaya ejemplo.
Es patética la manera en que el flamante Gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, viene tratando el problema del magisterio en su entidad. Asustadizo, intenta llenar un barril sin fondo, que si no ve cumplidos sus caprichos se convertirá en barril de pólvora. Sus palabras no son otra cosa más que estar pidiendo disculpas, no vaya siendo que se despierte el monstruo, que por lo pronto sólo se movió de lado y ya puso a temblar las frágiles estructuras del gobierno Oaxaqueño.
A nivel federal todo el mundo voltea hacia otro lado. No hay quien ponga orden, unos por el genuino interés de que todo se vaya al carajo en Oaxaca, otros por negligencia y otros por temor. Temor a que no se les vaya a voltear la tortilla, no quieren enemigos así: Rabiosos, intransigentes y sobre todo, poco educados.
Que a nadie extrañe las pésimas calificaciones de nuestros niños comparados con otros países, ahí hay un problema que nadie quiere solucionar. Paradójicamente, ese problema se origina en quienes los padres de familia confían para que sus hijos sean educados con calidad.
¿Y Elba Esther? ¿Dónde anda? Para eso si están buenos los dirigentes en nuestro país, para hacerse que la virgen les habla.
Ya va siendo tiempo que la sociedad mexicana en su conjunto le pida a los que quieren ser candidatos a la presidencia de la república en 2012 que manifiesten su opinión y propuestas para acabar con dicho cáncer, porque lo que es evidente, es que a nivel local no se puede o no se quiere acabar con el problema. Dónde está el gallo que enfrente el problema con gallardía, sabiduría y talante de estadista anteponiendo el interés de los niños, sus familias y el futuro de la entidad y no la ruindad de sus más bajos deseos.
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