(Descontento social: Paquete explosivo)
No hay que buscar muy lejos o muy profundo en los espejos de la sociedad, redes sociales, periódicos, revistas, radio y televisión, para darse cuenta que el clamor generalizado hacia el Gobierno de Felipe Calderón es detenerse y replantear la estrategia contra el crimen organizado.
El punto central de la demanda es nada más, que se haga algo en donde efectivamente se combata a la delincuencia, pero que sus consecuencias no se traduzcan en pérdidas de vidas humanas o por lo menos ver una disminución considerable de éstas y que ya no haya víctimas inocentes. De lo contrario, el descontento social por esta miopía oficial, se puede revertir contra el gobierno y sus Instituciones. El ser ignorado sistemáticamente, mas la acumulación de resentimientos por deudas históricas y carencias actuales lleva a la explosión de la víscera social.
Se ventilan muchas opiniones e incluso se proponen ideas; algunas muy serias, otras muy irresponsables, pero la demanda está ahí: lo que no funciona o no es bien visto por la mayoría, tiene que ser reparado o sustituido. Ser “todo oídos” de las críticas por parte del Gobierno, no es suficiente. Es más, si considera estar en lo correcto y lo puede demostrar, debería transmitirlo de una forma adecuada donde la mayoría convencida, se vuelque en apoyo a sus ideas. Dudo mucho que esto pase, el mensaje implícito del Gobierno es que no habrá cambios de forma y fondo en la estrategia.
Ya se quejó el Presidente Calderón y exhortó a que el “ya basta” sea para los delincuentes y que de ninguna manera debe ser de la sociedad hacia el Gobierno Federal y las Fuerzas Armadas. Se confunde, estar a la defensiva respecto de los reclamos populares no lleva a nada. Todo México quiere que se acabe con los grupos criminales, pero con una estrategia inteligente que los anule efectivamente sin la pérdida de tantas vidas. Un ejemplo: según expertos, los recursos del narco siguen intactos, mientras sigan así jamás se disminuirá la capacidad de estos grupos.
El espectro del descontento social es tan amplio y el paquete de razones tan explosivo, que bien vale la pena dejar a un lado el ego y la cerrazón para calmar las aguas. Cuando el ciudadano común conjuga su enojo, no sólo incluye la violencia y sus muertos en sus argumentos, también incluye el dolor de las familias mutiladas, el cinismo de los políticos, los bajos sueldos, la miseria, la falta de oportunidades, los monopolios voraces y un largo etcétera.
Incluso los medios y sus periodistas que no hace mucho firmaron la “Iniciativa México”, se ven imposibilitados de cumplir cabalmente algunos de sus puntos de acuerdo precisamente porque la violencia y sus consecuencias rebasan su voluntad de “dimensionar adecuadamente la información”, lo que sea que esto signifique. Y el receptor, quien lo sufre y se indigesta, es el mexicano.
En una de sus columnas de febrero de 2011, el intelectual Sergio Aguayo escribía: “¿Es posible algún estallido social como en Túnez y Egipto? Los oráculos tendrían pronósticos claros; como analista sólo constato que México tiene ingredientes estructurales parecidos. Entre otros la insensatez, ceguera y cinismo de quienes gobiernan”.
Yo estoy de acuerdo, pienso que el ciudadano está acumulando frustración tras frustración en lo que respecta a la vida pública de nuestro país y vive aterrado y apesadumbrado por muchos motivos. Agregar más muertos a la estadística, abona a este sentimiento generalizado.
Yo digo que la mecha está encendida.
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