En el año 2000 cuando la tan esperada alternancia democrática por fin se logró en lo que respecta al cambio de poder presidencial en nuestro país, pensé que entre otras cosas, se había conquistado para los mexicanos dignidad y respeto, algo que nos debíamos desde hacía mucho tiempo.
Sin embargo; sorprendentemente los actores políticos fueron quienes echaron al suelo este sueño guajiro.
Por un lado están los que no se hacen respetar, denigrando su posición y jerarquía, haciendo de su investidura una burla. Por el otro, quienes utilizan la ofensa y la grosería vulgar como único argumento político.
El insulto bajo, se instauró como deporte nacional cuando empezaron las provocaciones de Vicente Fox y las respuestas lopezobradoristas y de ahí una larga lista de políticos y funcionarios le han entrado alegremente al jueguito de los insultos. No es que no haya existido desde siempre, pero su perfeccionamiento y la regla de “no hay reglas”, se consolidó a partir de nuestra transición a la democracia.
Los más recientes y notables insultos, los de Fernández Noroña hacia Felipe Calderón. Seguramente dirán que así es la vida republicana, el derecho a la denuncia y la libertad de expresión y que en países más avanzados que el nuestro, la rudeza política no es mal vista. Quienes hemos tenido la oportunidad de ver de cerca el ejercicio republicano de parlamentos como el británico, sabemos que el juego es rudo pero nunca se llega al fondo de la vulgaridad y la bajeza entre los contrincantes políticos. La difamación también se regula en las democracias maduras.
Cómo lo he denunciado en otras ocasiones, el ejemplo y mensaje que se manda a la ciudadanía tarde o temprano se reflejará; si no es que ya se está reflejando, en la convivencia diaria. Algunos argumentarán tener la razón y no estar mintiendo, pero verdad o mentira no es lo que importa, hay respetos que se ganan y respetos que se ofrecen.
Lo que me parece extraño es que quienes hoy insultan, no piensan en que algún día (Dios no lo quiera), podrían estar del otro lado y ser ellos quienes estén siendo el blanco de vulgares ataques de sus adversarios y serán ellos también quienes reclamen respeto hacia sus personas. Pero por lo visto, dignidad y respeto no está en el vocabulario de nuestros políticos.
Así es lo cortes no quita lo valiente, buen articulo felicidades!!!
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