Frente a la inevitable cita que tienen los mexicanos en Julio de 2012 se percibe en un amplio sector de la población un sentimiento de desilusión. Comentarios de desánimo, de conformismo. Y no es para menos, los eventos que la gente registra son aquellos que influyen en su bienestar. La atmosfera que rodea los ambientes laborales, sociales, religiosos, deportivos, etc. son de pesimismo y molestia ante la espiral de eventos desafortunados en el país. Es un círculo vicioso y parece no haber alguien que ofrezca soluciones efectivas.
Como consecuencia de lo anterior, la idea de la regresión no es menor. La posibilidad de que el PRI regrese a Los Pinos es real y no solo porque las encuestas lo demuestren, son también los comentarios que uno recoge en cualquier supermercado, oficina o lugar público.
Después de la caída del sistema en 1988 fecha que debió ser la que inaugurara la alternancia en nuestro país, la primera experiencia mexicana en la materia se dio en Baja California en 1989. Posteriormente en 1997 y con gran esperanza nacional, la tan anhelada idea de la alternancia se consolidaba, se sabía posible. El punto culminante fue el año 2000.
Tristemente desde entonces son muchos los factores que han abonado a que la posibilidad de la regresión este más que presente hoy, entre otros:
Los Gobiernos.
El desconocimiento de los gobiernos democráticamente electos a gobernar, el no hacerse de nuevos equipos; profesionales, no corruptos. Imitar las mismas prácticas de los gobiernos anteriores, no acabar con el clientelismo sino fomentarlo. Sería muy extenso entrar en cada detalle, una palabra lo explica todo: Incapacidad.
La Economía.
No hay en los bolsillos de la mayoría, un motivo para creer que el cambio de gobierno se traduce en un mayor crecimiento económico real, el del poder adquisitivo de las familias. Por el contrario, dispendio en el gasto gubernamental, pésimas o nulas inversiones en materia petrolera y turística, condescendencia en la recaudación fiscal y cero incentivos a la productividad de las empresas privadas unidos a una voraz corrupción burocrática, proyectan un 2011 aun más difícil que el año anterior.
La Oposición.
Los actores políticos que están del lado de la oposición frente a un nuevo gobierno, juegan a obstaculizar, a no dejar hacer por poco o mucho que sea. El bien público no importa para los opositores, solo importa hacer ver mal a quien gobierna para hacerse del poder en las próximas elecciones. La parálisis legislativa, una herramienta más.
La Violencia.
Los grupos delincuenciales que operan en el país ciertamente han encontrado tierra fértil ante la inexperiencia de los nuevos gobiernos, pero a esto hay que agregar la complicidad de cuerpos policiales municipales y estatales, autoridades y partidos políticos que ven una posibilidad de mayor financiamiento para sus campañas en el dinero proveniente del narcotráfico. Jueces, tráfico de armas, aumento en la demanda de drogas y la preocupante penetración de estos grupos a sectores de la población que los ven con simpatía y en ocasiones como única alternativa para encontrar protección, justicia y/o sustento económico se suman a las razones anteriores.
La amplia cobertura y difusión de la violencia fuera de control impacta directamente en el ánimo de la gente, pero no hay remedio, se tiene que decir y publicar.
La Ciudadanía.
Es particularmente importante reconocer que en muchos casos, la población pensó que la alternancia por si misma arreglaría todos sus problemas y por supuesto, esto no pasó. Es indispensable la organización y participación social para consolidar una democracia. Es menester de cada mexicano no seguir fomentando los vicios de los que tanto nos quejamos. La participación y compromiso honesto, debe darse desde el núcleo básico de toda sociedad: la familia.
Espero que México no haya perdido su oportunidad; sin embargo, hay mucha gente que ya no quiere experimentar por el miedo a algo nuevo, pero potencialmente malo, así lo dice la experiencia.
Frase común hoy en día: “Estábamos mejor, cuando estábamos peor”.
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